La epidemia que estamos viviendo está transformando en mayor o menor grado nuestras vidas. De hecho, ya estamos hablandode “la nueva normalidad”. Una de las cuestiones es nuestra higiene, o más bien, nuestra precaución higiénica. En este proceso el uso de cubre bocas parece destinada a jugar un rol fundamental.
Su uso aún es causa de rechazo y molestia entre parte de la población.
¿Por qué nos resistimos tanto al uso de cubre bocas?
Existen tres explicaciones psicológicas para el rechazo a la mascarilla.
El primero sería la LIBERTAD. El sentirnos OBLIGADOS a usar una prenda, por preventiva que resulte, choca con nuestra percepción de ser libres de decidir y se interpreta como una imposición que viene de figuras (en este caso instituciones), de autoridad.
Dos: Otro factor es la VULNERAVILIDAD. Al usar cubre bocas le revelamos al mundo nuestra vulnerabilidad, nos reconocemos como personas débiles. Llevar una máscara es como decir “TENGO MIEDO”.
Tres: La confusión. Sabemos que ayudan a reducir los contagios en entornos cerrados (muy especialmente en hospitales), sin embargo el exceso de información, a veces tan contradictoria proveniente de expertos, instituciones de gobierno e incluso por empresas que se dedican a su comercialización, además de los infinitos modelos y grados de protección que existen, hace que no tengamos la certeza del beneficio de usarlo. Esta contradicción puede provocar que muchas personas decidan optar por lo más cómodo. Sin certezas, confundidos y condicionados por las propias creencias, los cubre bocas se quedan en casa.
Aún con todo esto, el costo de llevar una mascarilla es extremadamente bajo. Es una intervención potencialmente muy beneficiosa sin apenas efectos negativos. Cuesta poco aplicarla. Y las ganancias futuras para toda la sociedad son altas.
Te invito a que lo uses, te invito a que te cuides.
Si tienes alguna duda o comentario por favor escríbeme un mensaje de Whatsapp al 6671313403.
Te mando un abrazo y por favor, QUÉDATE EN CASA.
Juan José Díaz, psicólogo y psicoterapeuta