Es comentario común que la oposición en México está muerta. Considero que es una afirmación de una verdad a medias; en todo caso, tenemos una oposición medio muerta. Si hablamos de los partidos políticos que representan a la oposición “formal”, entonces sí, la oposición está en la cripta; sin embargo, existe una oposición “informal” que poco a poco fortalece su presencia dentro de grupos sociales dispersos.
Grupos de feministas, ambientalistas, intelectuales, académicos, científicos, artistas, empresarios, activistas y otros grupos variopintos de alguna u otra manera han enfrentado al régimen desde sus respectivos espacios. Esos grupos pocas veces tienen interacción con los partidos políticos. No hay buena relación y podemos decir que existe un desprecio o desinterés por unir causas. Los partidos políticos no han tenido la sagacidad de sumar la agenda de esos grupos a su vitrina mediática. La oposición se mantiene viva dentro de estos grupos sociales. Es la pequeña llama del piloto que, eventualmente, se vuelve fogón con la cantidad necesaria de combustible.
Dejando por el momento a la oposición “Informal” para enfocarnos en la oposición “formal” debo concluir que la miseria con la que están manejando su momento histórico es de tragedia griega. Los políticos profesionales que se llaman a sí mismos opositores son personajes surgidos del teatro del absurdo. Los políticos del PRI y del PAN están más preocupados por repartirse los espacios de poder que por construir cualquier tipo de opción de gobierno que sea atractivo para la ciudadanía.
El problema se agrava cuando políticos del PRI o PAN, sin ningún tipo de representación, entran a escena. Los políticos en la banca, en lugar de buscar construir algún tipo de proyecto o redes son la oposición “informal” optan por entregarse a sus dirigencias sin pudor alguno. El caso de Alito Moreno es de antología dentro de las patologías de Poder. Gran parte de los priistas están muy cómodos con su dirigencia. Sin el menor de los pudores son capaces de defender la mala fama de su jefe político con tal de permanecer con vida en la próxima repartición de espacios. Para ellos es más importante la ilusión (ya ni a promesa llegan) de alguna migaja del presupuesto que el construir, en conjunto con la sociedad, un proyecto integrador.
De lado del PAN, las cosas están de estudio clínico para nuevos síndromes. Los panistas, al igual que los priistas, se niegan a cambiar su membresía y a sus personajes visibles. La enrome mayoría de las caras de la alianza opositora han sido responsables de la construcción de la derrota histórica que cargan a cuestas. En el PAN buscan la confianza ciudadana, pero ponen a la cabeza a figuras que se niegan a entregar sus espacios a personas mucho más preparadas o con ideas nuevas. Los del PAN son los eternos chupa pluris y no tienen la menor intención de hacerse a un lado. Sobre el PRD no hay mucho análisis que hacer. Dejan de existir en el momento que esta oración es terminada de leer.
Regresando a la oposición “informal” podemos decir que están muy cuesta arriba. A pesar de ser los grupos más activos, congruentes, combativos y con proyectos definidos simplemente no se hablan entre ellos. Están desarticulados. Tampoco tienen mucho interés en buscar una colación entre ellos o con los políticos. Prefieren luchar en solitario para no claudicar o negociar sus metas.
La fortaleza/debilidad de la oposición “informal” radica en la falta de liderazgos consolidados. Es su fortaleza porque el colectivo pesa más que las ideas de cualquier individuo. Las plataformas son más importantes que cualquier personaje que busque lucrar con sus luchas; por eso, es complicado que puedan ser dispersados. Los liderazgos son colectivos. Por otro lado, la debilidad de no tener lideres visibles impide la búsqueda de espacios de poder y presencia entre los ciudadanos para socializar sus temas. Los seres humanos estamos acostumbrados a buscar caras visibles que nos generen empatía: consumimos a la persona; no a sus ideas. Por eso es necesario tener algunos líderes.
Los partidos políticos opositores “formales” tienen todo lo contrario. Se podría decir (con algo de benevolencia) que los partidos tienen entre sus filas algún líder que puedan presumir; sin embargo, están huecos en ideas o proyectos.
La oposición en México (formal e informal) camina en rieles paralelos: juntos, pero sin tocarse. Este país necesita un cambio de oposición formal. Esa es la primera lucha que tiene que dar la sociedad. Tomar por asalto a los partidos que se han convertido en un lastre para los contrapesos necesarios de nuestra democracia. La oposición es algo más que juntar votos para hacer enojar al presidente. La oposición tendrá que ser algo más que pedir perdón para regresar al Poder. La oposición no está moralmente derrotada, pero sí está intelectualmente extraviada.
¿Usted qué opina, amable lector? ¿Qué tipo de oposición le convence más?