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El capitán Porter de Casanate cargaba algo que la gente no identificó de inmediato, se trataba de una imagen que llamaba la atención.
Era la virgencita que le facilitó Juan de Palafox en puebla.
La traía consigo porque la nombró la protectora de la expedición.
En cuanto la conocieron los aldeanos de Nío se entusiasmaron con la inmaculada o Purísima Concepción.
La razón de hacer expediciones hacia el Golfo de California era por la riqueza que guardan sus aguas con las perlas. Las perlas eran muy codiciadas por la aristocracia en Europa.
Juan de Palafox escoge un asentamiento para construir unos astilleros, una aldea algo extraviada de la civilización, con ciertos visos de ser un paraíso por lo tranquila que es, se refería a Nío.
En Nío la mayor diversión que todos gozan es bañarse en un río. Lo hacen de todas las edades y en las noches de luna las parejas de enamorados les gusta ir desnudos a refrescarse.
Estos gentiles se dicen Níos, se consideran más avanzados y de mejor descendencia que sus vecinos Nebones que poco tiempo después llegaron a la región, venían procedentes del norte acompañando a Cabeza de Vaca y para evitar que fueran esclavizados por los primeros conquistadores que cazaban hombres, mujeres y niños, para venderlos, se logró que se asentaran en el Opochi y en Bamoa.
La gente que habita Nío, como le dicen tanto a la aldea como a su tribu, es totalmente pacífica, ocupa la ribera izquierda de un río que la gente ama igual que a un dios, porque gracias a él sobreviven; sus aguas son necesarias para producir sus alimentos, aunque de vez en cuando se embronca y crece por lo que la gente debe subir sus casas a las partes más altas, pero ya están acostumbrados a estos movimientos, conocen bien los ciclos agrícolas e interpretan las circunstancias del clima en la agricultura.
No muy lejos aguas arriba se encuentra la Villa de San Felipe y Santiago que es la capital de toda la provincia de Sinaloa, población en la que los jesuitas tienen su rectorado y un colegio especializado para educar y atender los problemas de los indígenas de la región. En la villa se asienta la capitanía de Sinaloa, en ella se encuentra un presidio atendido por milicianos que dan seguridad a dicha provincia.
Porter al llegar a Nío en su navío venía sorprendido, al observar los miles de árboles enormes en ambas márgenes del cauce, había álamos, otros grandísimos que se llaman macapules con brazos muy largos y extendidos donde se encaramaban los niños a jugar, unos más chicos conocidos como guamúchiles, de corteza muy útil para realizar ataduras y que dan uno granos sabrosos que mucho buscan los pájaros.
Se había arribado a Nío, localidad donde habían llegado primero algunos trabajadores para armar los astilleros, vinieron por tierra, algunos acudieron de Guadalajara, otros de Matanchel y del lejísimo Tehuantepec.
Porter y García Barriagas que eran peritos en la elaboración de barcos, acordaron que fabricarían dos fragatas, era este tipo de embarcación la mejor para el trabajo que se pretendía realizar, eran rápidas, maniobrales y se mantenían estables en todas sus posiciones y circunstancias.
García Barriagas fabricó los navíos prometidos, fueron dos fragatas y un bajel bautizados como la Santa María y el San Lorenzo.
El 23 de octubre de 1648, día que echaron los navíos al agua fue de fiesta en toda la región. Cientos de indígenas se apersonaron a mirar el espectáculo, acudiendo por su parte los españoles avecindados en la Villa de San Felipe y Santiago. Las fragatas navegaron hacia el norte y la primera bahía con la que se toparon, tenía una isla a la entrada la cual reconocieron como Navachiste.
La virgencita que Juan de Palafox trajo desde Puebla y que estuvo varios años en Nío, hoy se encuentra en el Altar de los Reyes en la Catedral de Puebla.