Permítanme aquellos que por adicción, equivocación o pasatiempo leen o han leído mis crónicas, columnas y reportajes, porque al realizar esta entrega lo haré en primera persona, cosa que no acostumbro por nada del mundo, pero que por la ocasión siento que lo amerita.
Al llegar febrero del 2025, me viene a la memoria ese mismo mes, pero de 1975. Hace 50 años comencé de manera empírica mi transitar por el fascinante mundo del periodismo deportivo, cuya carrera me permitió encontrar y sumar grandes amigos, conocer a fondo los principios de cada disciplina, amén de los cientos de lugares a los que me condujo en las coberturas durante ese tiempo.
Sigue las columnas de Luis Alfonso Félix en la sección especial de Línea Directa
La crónica deportiva vino a sustituir la sangre que corre por mis venas y también a embriagarme en cuerpo y alma a las tareas que conlleva. En muchas de las ocasiones la oficina de redacción terminó convirtiéndose en mi primera casa, por el excesivo tiempo que me absorbía la tarea de buscar la noticia, redactarla y supervisar no solo mis crónicas, sino también aquellas de los que estuvieron a mi lado y cargo por años.
Las crónicas me llevaron a sitios inimaginables, inclusive, el de conocer otras culturas.
Mi peregrinar comenzó en 1975 en el desaparecido Diario de Sinaloa, cuyas puertas se me abrieron gracias a quien en esa época se responsabilizaba de la sección de deporte, Guillermo Aguilar Camarena (qepd). Mi estancia en ese matutina fue relativamente corta, apenas ocho meses, antes de aceptar la invitación a El Debate por conducto del profesor Jesús “Chuchuy” Acosta Barrera, a quien tres años más tarde sustituí como Editor, un cargo que mantuve hasta el 2009 cuando decidí cambiar el chip.
Recorrí la ruta de Coordinador de Comunicación en el PIDS durante ocho años, luego a una revista de Beisbol, y llevé mi pluma y mis ideas al portal de Línea Directa, agradeciéndole al Ing. Manuel Pérez la oportunidad de mantenerme vigente, evitando con ello que muriera periodísticamente y permitirme festejar mis Bodas de Oro que las describiría como las “Bodas de Letras”.
Formé parte de una generación de redactores deportivos que se hicieron en la universidad de la calle y no en aulas. Mis maestros fueron reconocidos periodistas que, como yo, se forjaron en las mismas condiciones. Ellos no tenían título alguno, tampoco nosotros.
Hice de cuatro deportes mis favoritos: boxeo, béisbol, ciclismo, futbol y softbol.
El box me permitió escribir gran parte de la histórica y brillante carrera del más grande, Julio César Chávez, acudiendo a más de tres decenas de peleas de título mundial, y también con su hijo.
El béisbol me apasionó desde el primer batazo. Lo había practicado de niño y lo jugué a nivel de primera fuerza. Pero la cobertura a nivel profesional me hizo estar en todas las Series del Caribe celebradas en México desde 1982, cruzando por Puerto Rico, Dominicana y Venezuela. En estos dos últimos fui testigo principal de los dos campeonatos ganados por Culiacán en 1996 y 2002.
El ciclismo lo practiqué poco, desde aquellas Vueltas del DIF, Gran Premio Internacional de Ciclismo Jalisco, las clásicas ciclistas de El Debate hasta asumir el papel de Director General de las Vueltas Ciclistas a Sinaloa.
En el softbol encontré el refugio al que la mayoría de los beisbolistas amateur llegan. Lo jugué desde torneos internos como de primera fuerza. Y en el futbol no pasé de practicarlo en ligas locales, pero eso sí, redactar aquella verdadera Liga de Primera Fuerza que se disputaba en los años 70´s y 80´s.
Son 50 años de carrera que agradezco a Dios la oportunidad de haberlos transitado y de continuar en el camino.