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Mentirosos, Mentirosos

Todos los políticos mienten. TODOS. En esa afirmación no hay excepciones. Los políticos tienen que mentir por necesidad. Es parte de su oficio. Un político que...

Juan Ordorica
Juan Ordorica | Analista y columnista Línea Directa

Todos los políticos mienten. TODOS. En esa afirmación no hay excepciones. Los políticos tienen que mentir por necesidad. Es parte de su oficio. Un político que solo habla con la verdad difícilmente podría avanzar en su carrera. Algunos no quieren mentir; evitan hacerlo, para desgracia de ellos tarde o temprano tienen que entregarse a la mentira.

Para entender la necesidad de mentir pondré un ejemplo. Imagine usted una cena familiar de diez personas (Tíos, primos, abuelos, etc). Generalmente en esas reuniones de la familia se forman bandos respecto a cualquier tema (desde los deportes hasta el clima y pasando por los terrenos de la abuela) las discusiones suben de tono y llegan a los rompimientos. Eso sucede cuando no hay interés de las partes por mentir respecto a su posición.  No hay necesidad de mentir respecto al equipo favorito o sobre los intereses particulares que se tienen en la herencia de la abuela. A las personas les tienen sin cuidado quedar bien con los parientes con tal de defender una idea. En el caso de los políticos es diferente. Un político intentará quedar bien con todos los bandos para conservar el apoyo de la mayoría. No muestra su verdadera forma de pensar e, incluso, está dispuesto a apoyar al bando que no comulga con tal de conservar la mayoría de la mesa en su favor.

En el ejemplo anterior, los ciudadanos no políticos no buscan el apoyo de la mayoría de la familia. Defienden sus posiciones y les da igual quien se sume y quien no. El político buscará quedarse con la mayor cantidad de integrantes de la familia sin importar si comparte sus ideas o no. Lo peor que le puede pasar a un político es decir la verdad sobre los terrenos de la abuela.

Ahora imaginen que esa familia es de 120 millones de personas (población de México). Cada mexicano tiene una idea diferente de lo que deben ser las cosas en este país. Los políticos necesitan la mayor cantidad de personas posibles detrás de ellos; por lo tanto, la mentira es la herramienta necesaria para evitar que la mayoría de la gente les dé la espalda. Toda decisión ocasiona que un grupo quede resentido, pero eso nunca lo aceptan los políticos. Hasta para los resentidos tienen mentiras.

El potencial de las mentiras en un político en inversamente proporcional a las consecuencias que existan por mentir. En otras palabras. Un político mentirá en medida que la gente se lo permita. Si por cada mentira dicha por un político, las consecuencias son pocas o nulas, la cantidad de mentiras aumentará en proporción. Por lo contrario, si las mentiras comienzan a aumentar el rechazo de los ciudadanos a los políticos, las mentiras se mantendrán al mínimo.

López Obrador miente, también la oposición miente. Ambos lo hacen constantemente; sin embargo, para López Obrador, las mentiras no tienen consecuencias. Por lo contrario, para la oposición, las mentiras tienen costos muy elevados. Para el caso del presidente basta ver una mañanera para descubrir decenas de mentiras. Hay mentiras recurrentes que se volvieron habituales en la programación diaria. Una de las más comunes es decir que en seis meses estará listo el sistema de salud de primer mundo (cada seis meses se pone un nuevo plazo de seis meses).

Otra de las mentiras recurrentes es decir que los ricos no pagaban impuestos en el pasado. Eso es falso en muchos niveles. Según datos de la propia SHCP, los mexicanos y empresas con ingresos más altos en el país son los que más pagaban impuestos en términos nominales y porcentuales. El decil con más ingresos fue y es responsable del más de 70% de lo recaudado por las arcas nacionales. Los ricos no solo pagaban impuestos, sin los ricos, simplemente no podría existir el presupuesto nacional. Sin duda, algunos no pagaban lo que debían de pagar, pero la mentira de López Obrador suena muy bonita; por eso se le cree sin consecuencias. López Obrador mintió en los muertos de la pandemia, miente en castigar a los corruptos y miente cuando dice que no miente.

En cambio, las mentiras de la oposición suenan muy feas; por eso, no son aceptadas. La oposición miente cuando dicen que este gobierno no tiene resultados positivos.  Mienten cuando dicen que ya cambiaron y mienten cuando aseguran que ya se deshicieron de los corruptos.

México vive un duelo de mentiroso. Mientras al presidente le perdonan todas las mentiras, la oposición sufre por ellas. Los mexicanos no deberíamos creer en ningún político. Son mentirosos compulsivos. Tampoco deberíamos defender a ningún político (sea el presidente o de oposición). Los políticos nos mentirán cada vez más si lo permitimos. Lo natural debería ser que los mentirosos tuvieran consecuencias en las urnas; por desgracia, parece que son premiados con cada nueva mentira.

¿Usted qué opina, amable lector? ¿Le gusta que los pinochos le sigan mintiendo para sentirse mejor? 

Fuente: Internet

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