Este viernes 9 de mayo Culiacán volvió a estremecerse. María Dolores Patiño Moreno, mejor conocida como Mary Patiño, fue localizada sin vida, horas después de haber sido reportada como desaparecida. Su cuerpo fue encontrado con signos de violencia.
La noticia sacudió a quienes la conocieron, pero también expuso una realidad que no podemos seguir ignorando: la violencia contra las mujeres, muchas veces callada, muchas veces conocida, sigue cobrándonos vidas valiosas.
Mary no era una mujer común. Era una activista profundamente comprometida, fundadora de un albergue donde rescataba y cuidaba a perros maltratados o abandonados.
Su vida estaba dedicada a proteger a los más vulnerables, incluso cuando eso implicaba hacerlo con recursos limitados y en condiciones difíciles.
Abría su casa, su tiempo y su corazón a los que nadie quería ver. Su lucha era por los que no tienen voz y era reconocida por su entrega y sensibilidad.
Hoy, deja huérfanas a dos hijas, y deja también un vacío en la comunidad que tanto necesita de personas como ella.
Las primeras versiones apuntan a que Mary había vivido situaciones de violencia familiar. Y aunque su asesinato ocurrió en un contexto marcado por la inseguridad, su entorno cercano señala algo claro: esto fue un feminicidio, y como tal, no debe ser confundido con otros actos de violencia.
No podemos permitir que los conflictos entre grupos armados sirvan de excusa o de cortina para no ver lo que en realidad está ocurriendo dentro de los hogares.
Como sociedad, hemos aprendido a normalizar. Vemos un caso, lamentamos y seguimos. Pero con cada vida que se pierde, también perdemos un poco de humanidad.
Mary era una mujer buena, dedicada, trabajadora, con causas justas. Y si a ella no pudimos protegerla, ¿a cuántas más estamos dejando solas?
La violencia contra las mujeres no es un tema aislado ni privado. Es un reflejo de los silencios que arrastramos y de las omisiones que, por costumbre o por miedo, hemos preferido callar.
Este 10 de mayo, pensemos también en las madres que ya no están. Que el recuerdo de Mary Patiño nos invite a cuidar más, a callar menos y a no dejar solas a quienes viven con miedo.