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La realidad de Morena

Muchos militantes de Morena rechazan la idea de que son miembros de un partido político, y prefieren definirse como parte un movimiento, seguramente por el descrédito...

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Muchos militantes de Morena rechazan la idea de que son miembros de un partido político, y prefieren definirse como parte un movimiento, seguramente por el descrédito en que ha caído la partidocracia. Formalmente son un partido político, con todos sus vicios y virtudes.

Morena empieza a mostrar todos los problemas de un partido en el poder. Las desavenencias en las definiciones de candidaturas a los gobiernos de Puebla y Baja California son solo un ejemplo de ello.

Seguro serán más notables en el resto de las entidades donde también habrá elecciones locales este año, como Aguascalientes, Durango, Quintana Roo y Tamaulipas.

El año pasado los conflictos internos de Morena y el resto de sus aliados se atenuaron porque había una figura que logró concentrar los apoyos en el logro de un objetivo, llevar a Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de la República.

Pero el ejercicio de poder desgasta y las ambiciones se desatan cuando hay un millonario financiamiento público a administrar.

Muchos de los que ganaron la elección y que hoy están incrustados en el ejecutivo y legislativo, federal y estatal, no lo hicieron por méritos propios sino montados en la ola que generó el hoy presidente López Obrador.

Una gran mayoría no tiene la capacidad ni la vocación, y tampoco le interesa tenerlas, para desempeñarse en el servicio público, y ese también en un factor que va minando al partido por el que arribaron. Además la arrogancia que se ha manifestado en varios alcaldes, legisladores y servidores públicos corroe la imagen del partido.

En Sinaloa, en la elección de julio del año pasado Morena ganó la presidencia de la República, las dos posiciones en el Senado, los 7 distritos electorales federales, 19 diputaciones locales y 7 presidencias municipales, incluyendo las más grandes: Culiacán, Mazatlán, Ahome y Guasave.

Un tremendo salto, partiendo de que en las elecciones locales de 2016 Morena había alcanzado solo el 5 porciento de la votación total emitida, hazaña que se explica por el hartazgo de la gente por muchas acciones de gobierno y el fuerte rechazo a la clase política tradicional, además, claro, del fenómeno Andrés Manuel López Obrador.

Pero ni las condiciones políticas ni las relaciones entre los aliados del año pasado son ahora las mismas y elementalmente manejables. Hay una evidente confrontación al interior del partido generada por un apresurado futurismo y la disputa de todos los espacios de poder.

Aunque no se trata de una elección constitucional, los plebiscitos que se han realizado en varios municipios para la designación de síndicos y comisarios han puesto en una más clara evidencia los problemas internos, con todo lo forzado que pueda ser el establecer ese ejercicio democrático como parámetro.

A Morena y a sus aliados no les ha ido bien, debido a las insalvables diferencias entre los actores políticos que no supieron negociar sus respectivas posturas.

Si no logran superar todos esos problemas, su debilidad será más manifiesta ya en las próximas elecciones constitucionales.

Y no tienen que ir muy lejos por un ejemplo en el que no deben caer. Ahí está el antecedente partidista de izquierda reciente, como es el PRD: Lo devoraron desde el interior y desde el exterior, falsos redentores de la izquierda por una parte y oportunistas, corruptos e hipócritas impulsores de las causas democráticas por otra.

Fuente: Internet

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