La película italiana “Cinema Paradiso” es un canto a la nostalgia. Dirigida por Guiseppe Tornatore y musicalizada por el genio de Ennio Morricone , la ganadora del Oscar en 1988 a mejor filme de habla no inglesa, cuenta la historia de un pequeño pueblo italiano y de sus habitantes en torno a un cine.
La vida de la comunidad giraba en torno al cine. Dentro del cine las parejas se conocían, casaban y luego llevaban a sus hijos a las funciones. También es la historia del proyeccionista de las películas que sirve como padre sustituto a un niño que quiere aprender el oficio de “cácaro”. Sin embargo, hay un personaje muy menor en la trama de la historia que motivo a escribir esta entrega. En el pueblo existía el “loquito” que, a media noche en punto, pedía que todos los transeúntes abandonaran la plaza: “La Plaza es mía, es mía la plaza”, gritaba el desquiciado y el resto del pueblo estallaba en risas burlonas los arrebatos del personaje sin nombre.
En la política del país nos estamos llenando de locos que reclaman los espacios públicos para ellos sin importar que solo sea una ilusión. Podemos comenzar con los partidos de oposición. En el PRi, el cómicamente llamado “Alito” Moreno emprendió una cruzada para expulsar priistas desleales de las filas de ese instituto político. Al parecer la prioridad del otrora partidazo no radica en construir o reconstruir una opción ciudadana para las próximas elecciones. La prioridad del “loquito tricolor” es limpiar la plaza. La plaza es de él y de nadie más. Desde luego que la locura es contagiosa y en Sinaloa, la dirigencia del tricolor está consiguiendo limpiar la plaza de cualquier intento de transeúnte despistado que quiera transitar por ahí.
Volteando al lado del blanquiazul, el otro dirigente y compañero de comedias de Alito, Marko Cortés avanza más rápidamente en su intención de limpiar la plaza panista. Cada vez son menos los afiliados y es tan exitoso en estrangular los padrones que se le está pasando la mano estando a unos cuantos miles de militantes de quedarse por debajo de lo requerido por las leyes electorales para mantener el registro. La locura en Sinaloa es de circo. Los dueños eternos de las micro plazas salieron a mostrar el musculo y solo pudieron juntar media docena de banderas en un crucero. Definitivamente la Plaza es de ellos; al igual que en la película, solo sirven para despertar las risotadas del respetable.
De lado de gobierno las cosas se ponen más serias. MORENA se ha encargado verdaderamente que la locura sea dueña de la plaza. Ahí no hay ambigüedades. Los gobiernos emanados de Regeneración Nacional consiguieron que todo fuera de ellos. El gran problema que son muchas plazas y cada loquito quiere hacer algo diferente con ellas. Cada loco se pelea con otro loco sin dar tregua. Los alcaldes se pelean con el gobernador y diputados; los diputados se pelean entre ellos; los secretarios de estado con los alcaldes: el manicomio total. Por desgracia, la gente no tiene forma de ignorarlos. Las risas y burlas contra ellos se mantienen, pero ya no tienen la forma de ignorarlos o negarles la propiedad de la explanada pública.
Al finalizar la película “Cinema Paradiso”, los años transcurrieron y el pueblo llegó a la modernidad. (No le pienso dar más detalles para que usted busque esa joya de la cinematografía). En medio de los nuevos edificios quedó atrapado el cine y la plaza, pero el loquito seguía ahí, como un fantasma de lo que fue, sin despertar la risa de nadie, solo una figura más devorada por el mundo
Bien harían los políticos en comprender que la locura tarde o temprano deja de ser simpática para convertirse en un mal recuerdo. La plaza no es y nunca será de ellos. La ilusión del poder termina por enfermar al más sabio y destruir a los que pocas capacidades tienen. Aun así, los políticos no van a cambiar; al igual que el loco de la política lo único que ambicionan es la ilusión del Poder, para eso están dispuestos a entregarse a unas cuantas burlas del pueblo. Al final del día, ellos saben que esas burlas bien valen la propiedad de la plaza, aunque está solo se tenga en sus cabezas.
¿Usted qué opina amable lector? ¿Quiere que los loquitos sean los verdaderos dueños de la plaza o prefiere ignorar sus desvaríos?