A Julián Ornelas le quitaron el bat en dos momentos cruciales, pero no la túnica de héroe. Con la atrapada –tal vez del año- en aquella décima tercera entrada a batazo de Ramón Ríos, el jardinero izquierdo de los Charros salvó a su equipo de una inminente derrota que los hubiese colocado contra la pared (0-2) en la serie final y solamente le faltó salir del estadio como los toreros: en hombros.
Su engarce fue tan espectacular, que hasta los seguidores Guindas tuvieron que reconocer la jugada y ponerse de pie para ovacionar al jugador. Al atrapar la esférica con dos outs y Rudy Martin corriendo por segunda, evitó quedar tendidos sobre el terreno y complicar la situación de un Jalisco que llevará la serie empatada 1-1 a casa gracias a Ornelas.
El cuarto bat de los Charros no consiguió imparables en seis apariciones al plato, pero sí embasarse cuatro veces por la ruta del boleto gratis (dos) e intencional (otros dos). En la undécima fue enviado a primera para evitar que pudiera llevar a home a Mateo Gil con la carrera del despegue, y en la treceava se la volvieron a aplicar con Michael Wielansky en la intermedia.
Las dos decisiones del alto mando Guinda, Roberto Vizcarra, le funcionaron.
Pero Ornelas se desquitó en el cierre de ese 13vo capítulo robándole el imparable a la “Pulpa”Ríos, cuyo bat fue nulificado por el pitcheo tapatío cuando venía siendo el hombre a la ofensiva más encendido de los Tomateros.
¿Acaso esa atrapada habrá sido la del campeonato? No lo sé. Lo cierto es que le cambió la cara y la fisonomía a todos sus compañeros. Los salvó de un revés y emparejó la serie. Ahora los Charros tienen, además de la motivación, la ventaja de jugar en casa y poder acabar con la serie final ante su propio público.
ECOS. El excepcional trabajo monticular de Manny Barreda se fue a la basura provocado por él mismo al conceder una base a Ornelas abriendo la séptima, y aquel error de Esteban Quiroz que hizo un tiro innecesario a la primera almohadilla en el batazo de Jack Manfield que lo techó. Y si en esa misma ronda Jalisco solo consiguió empatar la pizarra 1-1 y no logró remontar, fue gracias al gran relevo de David Gutiérrez que dominó a los tres siguientes.
El error de Quiroz terminó marcando diferencia, ya que al dominar Gutiérrez a los tres enemigos que enfrentó, Ornelas se hubiese quedado en tercera. La octava y la novena las colgaron con ceros Sasagi y Nogosek.
A propósito del cerrador Guinda, en menos de siete días volvió a trabajar más allá de lo acostumbrado. El norteamericano sacó tres entradas con par de hits, y se salvó de perder el juego en la undécima cuando llenó las bases y ponchó a Donovan Casey para el segundo out y luego al peligroso Reynaldo Rodríguez en un globo al bosque derecho.
Por cierto, la serie para el refuerzo Casey ha sido espantosa. Se ha ponchado en seis ocasiones y cinco de ellas seguidas, provocando un odio y decepción tan grande no a sus compañeros, sino a un miembro del equipo de trasmisión de radio de los Charros, quien nunca se cansó de gritar que lo sacaran cuando venía en turno al bat.
Este mismo personaje, cuyo nombre desconozco, festejó el triunfo de manera desmedida y a punto de provocar desmanes en la cabina. Pateó y golpeó la mesa de trabajo y los cristales, gritando de manera esquizofrénica. Alguien del club tendrá que llamarle la atención en caso de que la serie regrese. Eso ya es fanatismo puro.