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Infancia y violencia: ¿cómo los juguetes y videojuegos moldean la mente de los niños?

En Sinaloa, el Congreso del Estado ha decidido prohibir la venta de armas de juguete que se asemejen a las reales. La medida busca evitar la...

El juego no es solo diversión; es la forma en que los niños aprenden a interpretar el mundo y definir lo que es aceptable. | Foto: Ilustrativa.

En Sinaloa, el Congreso del Estado ha decidido prohibir la venta de armas de juguete que se asemejen a las reales. La medida busca evitar la normalización de la violencia desde la infancia, pero ha generado debate: ¿puede un simple juguete influir en la percepción de la violencia? ¿Y qué pasa con los videojuegos violentos, que forman parte del entretenimiento cotidiano de muchos niños y adolescentes?

El contexto en el que un niño crece define, en gran medida, cómo interpreta el mundo. La familia, la comunidad y la cultura en la que se desarrolla le enseñan, de manera implícita o explícita, qué es aceptable y qué no. En Sinaloa, donde la narcocultura ha permeado la música, el lenguaje y los modelos de éxito, la relación con la violencia es distinta a la de otros lugares. Si en su entorno las armas son vistas como símbolos de poder y respeto, es probable que los niños también las perciban así, incluso cuando se trata de un simple juguete.

Este artículo no busca debatir si la prohibición de armas de juguete es una decisión correcta o no. Más bien, pretende analizar desde la psicología cómo el juego moldea el aprendizaje infantil, cuál es el impacto de los videojuegos violentos en la conducta y por qué el contexto sociocultural es clave en la formación de valores y creencias.

Además, exploraremos estrategias prácticas para padres, educadores y cuidadores que deseen guiar a los niños en un desarrollo saludable, evitando la glorificación de la violencia y fomentando herramientas para la resolución pacífica de conflictos. Más allá de las regulaciones sobre juguetes, el verdadero reto es transformar la manera en que los niños interpretan la violencia y el poder en su vida diaria.

El poder del juego: cómo los niños aprenden y forman su identidad

El juego no es solo una forma de entretenimiento. Para los niños, es su manera natural de explorar el mundo, entender cómo funcionan las cosas y descubrir quiénes son. Desde la psicología del desarrollo, sabemos que jugar no es una distracción sin importancia, sino una herramienta fundamental en la construcción de la identidad y la socialización. A través del juego, los niños interpretan su entorno, ensayan roles y desarrollan habilidades que influyen en su forma de pensar y comportarse.

Un niño que juega a ser doctor no solo se divierte con un estetoscopio de plástico; está explorando lo que significa cuidar a los demás, asumir responsabilidades y desarrollar conocimientos que pueden ayudar a otros. De la misma manera, un niño que juega con armas de juguete no solo “se está divirtiendo”, sino que está absorbiendo mensajes sobre el uso de las armas, quiénes las portan y para qué sirven.

Los niños no aprenden solo con palabras o reglas impuestas. Aprenden experimentando, explorando y, sobre todo, imitando. Desde pequeños, observan a los adultos y replican lo que ven. Cuando juegan, ensayan distintos roles y simulan respuestas a situaciones que encuentran en su día a día. Y aquí es donde el tipo de juego hace la diferencia.

Existen tres formas principales de juego que influyen en su desarrollo:

Juego simbólico: Los niños usan su imaginación para representar situaciones del mundo real, como jugar a ser policías, médicos o superhéroes.

Juego de reglas: Requiere seguir normas establecidas y entender la estructura de un sistema, como en los juegos de mesa o el fútbol.

Juego de imitación: Consiste en copiar lo que ven en los adultos o en su entorno, como cuando juegan a “ser papá” o “ser mamá”.

Cada uno de estos tipos de juego moldea su percepción del mundo. Cuando un niño juega con armas de juguete, generalmente lo hace dentro del juego simbólico o de imitación. La clave está en los modelos que sigue y en los mensajes que recibe sobre la violencia y el poder.

El contexto en el que crece un niño es determinante. Un niño que juega con una pistola de juguete en un hogar donde la violencia no es vista como algo positivo probablemente la considere solo un accesorio de su juego. Pero en un entorno donde las armas son símbolos de respeto o poder, su significado cambia.

Los niños no juegan en el vacío. Sus referencias provienen de lo que ven en casa, en la televisión, en los videojuegos y en su comunidad. Si los modelos que encuentran glorifican el uso de la fuerza, es más probable que internalicen que portar un arma (aunque sea de juguete) tiene un significado más allá de la simple diversión. No se trata de prohibir ciertos juegos, sino de estar conscientes de los mensajes que transmiten.

Aquí es donde los adultos juegan un papel importante. La supervisión, el diálogo y la orientación son fundamentales para ayudar a los niños a diferenciar la ficción de la realidad y entender que jugar no significa adoptar actitudes agresivas. Si queremos que crezcan en un ambiente donde la violencia no sea la norma, es importante ofrecerles juegos y experiencias que refuercen valores como la cooperación, la empatía y la resolución pacífica de conflictos.

Al final, el juego es una poderosa herramienta de aprendizaje. Lo que los niños juegan hoy influirá en la manera en que entienden el mundo mañana. La pregunta es: ¿les estamos ofreciendo juegos que los ayuden a desarrollar habilidades sanas o estamos dejando que su contexto moldee su visión sin cuestionarlo?

Armas de juguete y videojuegos violentos: ¿influyen en la conducta infantil?

El debate sobre si las armas de juguete y los videojuegos violentos fomentan la agresividad en los niños sigue abierto. Algunos consideran que son solo una forma de exploración infantil, mientras que otros advierten que pueden contribuir a la normalización de la violencia. Como ocurre con muchas cuestiones del desarrollo infantil, la respuesta no es simple.

Como veíamos, jugar es una forma esencial de aprendizaje. A través del juego, los niños experimentan roles, exploran reglas sociales y expresan emociones. Usar una pistola de juguete o sumergirse en un videojuego de acción no los vuelve agresivos de inmediato, pero sí puede influir en cómo perciben la violencia según su entorno y las experiencias que los rodean.

Un niño que juega con armas de juguete en un ambiente donde la violencia no es glorificada probablemente las verá como un accesorio de su imaginación. Sin embargo, en un contexto donde portar un arma es un símbolo de poder y respeto, el juego puede reforzar la idea de que la violencia es un medio legítimo de control. Lo mismo ocurre con los videojuegos: mientras algunos niños los disfrutan como entretenimiento, en otros pueden fortalecer la creencia de que la agresión es una respuesta válida a los conflictos.

¿Qué dice la ciencia sobre la relación entre juguetes, videojuegos y agresividad?

Los estudios han encontrado que, tras jugar con armas de juguete o videojuegos violentos, algunos niños pueden mostrar un aumento momentáneo en la agresividad. Sin embargo, esto no significa que desarrollarán conductas violentas a largo plazo.

Lo que sí se ha demostrado es que el impacto de estos juegos depende del contexto y de cómo el niño los interprete. En un ambiente donde la violencia es validada o se asocia con éxito, es más probable que los niños interioricen estos valores.

Factores como la personalidad del niño, la educación en casa y la supervisión parental pueden modular la manera en que interpretan la violencia en el juego. No es lo mismo jugar un videojuego violento en un hogar donde se promueve el respeto y la resolución pacífica de conflictos, que hacerlo en un ambiente donde la violencia es parte de la vida cotidiana.

El entorno moldea la forma en que los niños interpretan la violencia

Los niños no interpretan el juego de la misma manera en todos los contextos. En una comunidad donde la violencia es rechazada, el juego con armas de juguete o videojuegos violentos difícilmente influirá en su comportamiento real. Pero en un entorno donde la violencia se asocia con poder o éxito, estos juegos pueden reforzar esa visión del mundo.

Aquí es donde la narcocultura juega un papel importante. En algunas comunidades, la violencia no solo es visible, sino que forma parte de los modelos de éxito que los niños observan. Si la música, las redes sociales y su entorno refuerzan la idea de que portar un arma es sinónimo de respeto, el uso de armas de juguete puede dejar de ser un simple juego para convertirse en una aspiración.

Lo mismo sucede con los videojuegos. No todos los niños que juegan títulos violentos desarrollan conductas agresivas, pero en contextos donde la violencia se ve como una solución válida a los problemas, estos juegos pueden reforzar la idea de que la agresión es una opción legítima en la vida real.

¿Qué se puede hacer?

La clave no está en prohibir los juguetes o los videojuegos, sino en acompañar y educar. Los niños necesitan orientación para interpretar los mensajes que reciben a través del juego y el entretenimiento. Para ello:

• Supervisión y diálogo: No se trata de evitar ciertos juegos, sino de hablar sobre ellos. Preguntarles qué piensan de la violencia en un videojuego o en un juguete ayuda a desarrollar un pensamiento crítico.

• Promover modelos positivos: Los niños aprenden de lo que ven. Si los adultos a su alrededor refuerzan valores de respeto, empatía y resolución pacífica de conflictos, es menos probable que normalicen la violencia en su juego.

• Ofrecer alternativas: Hay muchas formas de juego y entretenimiento que pueden fomentar habilidades sociales sin recurrir a la violencia. Desde juegos de estrategia hasta deportes, la clave es equilibrar su exposición a distintos tipos de actividades.

Las armas de juguete y los videojuegos violentos no son los únicos responsables de la violencia infantil, pero sí pueden influir en cómo los niños interpretan el mundo, especialmente en un entorno donde la violencia ya es parte de la cultura. La pregunta no es si debemos prohibir estos juegos, sino cómo podemos guiar a los niños para que entiendan la diferencia entre la ficción y la realidad, entre el entretenimiento y la violencia como opción legítima. La verdadera solución no está en evitar el juego, sino en educarlos sobre lo que significa y el impacto que puede tener en su forma de ver el mundo.

Narcocultura y niñez: ¿cómo influye en la percepción de la violencia?

Cuando un niño ve una película de superhéroes, identifica rápidamente quién es el bueno y quién es el villano. Pero, ¿qué pasa cuando, en su entorno real, la figura de poder no es un héroe que lucha por la justicia, sino alguien que impone respeto con un arma y una vida fuera de la ley? Aquí es donde entra la narcocultura, un fenómeno social que no solo está presente en la música y las redes sociales, sino que también moldea la forma en que muchos niños y jóvenes entienden el éxito, el poder y la violencia.

¿Qué es la narcocultura y cómo influye en la identidad social?

Podemos definirla la narcocultura es un conjunto de valores, símbolos y aspiraciones que giran en torno a la vida del narcotráfico. No es exclusiva de Sinaloa, pero aquí ha tenido una fuerte presencia en la música, las historias de las calles y los modelos de éxito que los niños ven a su alrededor. Canciones, series y redes sociales refuerzan la idea de que el poder y el dinero se consiguen rápido, y que las armas y la violencia son herramientas legítimas para lograrlo.

Esto no significa que todos los niños expuestos a este entorno vayan a adoptar esa mentalidad, pero sí que el mensaje es constante y tiene un impacto. Cuando los modelos de éxito glorifican la violencia, las armas dejan de ser solo un símbolo de defensa y se convierten en una representación de autoridad y respeto.

Violencia como sinónimo de éxito y respeto

En muchos entornos, portar un arma no se percibe como algo negativo, sino como un signo de poder. Desde pequeños, los niños pueden asociar la violencia con la capacidad de ser respetados o temidos, especialmente si las figuras que dominan su contexto han alcanzado riqueza y reconocimiento a través de ella.

Aquí es donde se vuelve fundamental entender que el juego y la cultura no son elementos aislados. Si un niño juega con armas de juguete en un entorno donde la violencia es glorificada, la interpretación de ese juego cambia. No es solo un juguete, es un reflejo de una idea de poder que ha sido validada socialmente. Lo mismo ocurre con los videojuegos violentos, las canciones que escuchan y las historias que consumen.

¿Cómo influye la narcocultura en la percepción infantil de la violencia?

Los niños aprenden principalmente a través de la observación e imitación. Si en su comunidad, en las redes sociales o en su entorno familiar ven que las armas representan estatus, es probable que adopten esa misma creencia. Si los narcocorridos cuentan historias de “hombres fuertes” que resuelven problemas con balas y son admirados por ello, el mensaje que reciben es que la violencia es una herramienta válida para obtener lo que se quiere.

No se trata solo de entretenimiento, sino de construcción de identidad. Si los modelos que encuentran les muestran que la autoridad se impone a través del miedo y no del respeto, es más probable que internalicen esas ideas y las reflejen en su comportamiento.

El impacto de la glorificación de la violencia en las aspiraciones infantiles

El problema más grande de la narcocultura es que moldea aspiraciones. Cuando un niño sueña con ser astronauta, médico o deportista, generalmente se debe a que ha visto figuras que representan estos roles como ejemplos positivos. Pero si en su entorno las figuras de éxito son personas armadas, con lujos y un estilo de vida donde la violencia es parte del camino, es lógico que algunos niños aspiren a eso.

Este es el verdadero riesgo de la normalización de la violencia: no solo hace que los niños la vean como algo aceptable, sino que puede llevarlos a creer que es su mejor opción para triunfar. Y cuando la violencia se convierte en una aspiración, cambiar esa mentalidad requiere mucho más que prohibir armas de juguete o restringir videojuegos.

¿Cómo romper con este ciclo?

La solución no está solamente en censurar canciones o evitar que los niños jueguen, sino en ofrecerles modelos alternativos de éxito. Los niños necesitan ver ejemplos de liderazgo, respeto y logro basados en la educación, el esfuerzo y la cooperación.

La pregunta no es solo qué estamos prohibiendo, sino qué estamos ofreciendo en su lugar. Si la violencia es el único camino que ven como viable para salir adelante, entonces el problema no es el juguete, sino la falta de oportunidades para construir otras aspiraciones.

Educar para la paz: cómo criar niños resilientes en un mundo violento

Si algo está claro en todo esto es que las armas de juguete y los videojuegos violentos no son el problema en sí mismos, sino la forma en que los niños los interpretan dentro de su entorno. Más que un objeto o una pantalla, lo que realmente influye en su desarrollo son los valores que les transmitimos como adultos y el contexto en el que crecen. Entonces, ¿cómo podemos ayudar a que los niños desarrollen una visión crítica de la violencia y no la vean como algo normal o incluso aspiracional?

Supervisión y diálogo en el hogar: la clave está en hablar del tema

No se trata de prohibir juegos ni de alejarlos de la tecnología, sino de acompañarlos en su proceso de aprendizaje. Si los niños consumen contenido donde la violencia está presente—ya sea en videojuegos, juguetes o en la música—lo más importante es ayudarlos a comprender lo que están viendo y jugando.

Las preguntas pueden ser herramientas poderosas para fomentar la reflexión. En lugar de simplemente decir “no juegues con eso”, podemos preguntar:

¿Qué piensas de lo que hace este personaje en el juego?

¿Crees que en la vida real resolvería las cosas de la misma manera?

¿Cómo te sentirías si alguien usara la violencia contra ti o contra alguien que quieres?

Estas conversaciones ayudan a los niños a diferenciar la fantasía de la realidad y a desarrollar un pensamiento crítico sobre la violencia y sus consecuencias. Cuando hay supervisión y diálogo, aprenden a ver estos elementos como entretenimiento, no como modelos de vida.

Alternativas al juego bélico: más que quitar, hay que ofrecer opciones

Si el juego es una de las formas principales de aprendizaje infantil, entonces no basta con quitar las armas de juguete o restringir los videojuegos violentos. Hay que ofrecerles nuevas formas de explorar el mundo que les permitan desarrollar habilidades sociales, creatividad y resolución de conflictos sin recurrir a la violencia.

Existen muchas alternativas para que los niños desarrollen habilidades sin recurrir a juegos bélicos. Los juegos de estrategia pueden fomentar el pensamiento crítico y la toma de decisiones, mientras que los deportes o actividades grupales refuerzan la cooperación y el trabajo en equipo. También están los juegos de roles, que les permiten ponerse en el lugar del otro y explorar diferentes profesiones o situaciones, como ser bombero, médico o maestro. Además, las actividades artísticas les brindan un espacio para expresar emociones de forma creativa y positiva, ayudándolos a procesar sus experiencias sin recurrir a la agresión.

El punto no es eliminar la emoción del juego, sino redirigirla hacia opciones que los ayuden a crecer con herramientas para la vida real.

Psicoterapia y educación emocional: cómo fortalecer la resiliencia infantil

Muchos niños crecen en contextos donde la violencia no es solo parte del entretenimiento, sino de su vida cotidiana. Aquí es donde la educación emocional y el acceso a la psicoterapia pueden marcar una gran diferencia.

Los niños necesitan aprender a identificar y gestionar sus emociones, comunicarse sin recurrir a la agresión y encontrar formas saludables de resolver conflictos. Esto se puede trabajar desde casa con un lenguaje emocional abierto:

“Veo que estás enojado, ¿quieres hablar de lo que pasó?”

“Está bien sentir tristeza, pero busquemos una forma de expresarlo sin hacer daño a los demás.”

“Si tienes un problema con alguien, ¿qué crees que podrías hacer para solucionarlo sin pelear?”

La terapia también puede ser un espacio seguro para aquellos niños que han estado expuestos a violencia real, ayudándolos a desarrollar resiliencia y herramientas emocionales para enfrentar su entorno sin normalizar la agresión.

El problema no es el juguete ni el videojuego, sino la interpretación que le damos como sociedad. Prohibir las armas de juguete en Sinaloa puede ser un paso, pero el verdadero cambio ocurre en casa, en la escuela y en la comunidad. La violencia no desaparece con una ley, desaparece cuando dejamos de verla como algo normal o aspiracional.

Si queremos que los niños crezcan con modelos de éxito diferentes, el trabajo empieza en cada conversación, cada juego y cada oportunidad de mostrarles que hay otras formas de ser fuerte, valioso y respetado sin recurrir a la violencia.

Gracias por tomarte el tiempo de leer este artículo. Si te pareció útil, compártelo con otros padres, educadores y personas interesadas en abrir esta conversación. El cambio empieza cuando hablamos del tema y buscamos soluciones juntos.

Como siempre, te dejo un abrazo

Juan José Díaz

Fuente: Internet

Fotografía de perfil de Juan José Díaz Iribe

Juan José Díaz Iribe

Columnista

Juan José Díaz Iribe

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