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Felipe Carrillo Puerto, José Vasconcelos y Diego Rivera

Durante el gobierno de Felipe Carrillo Puerto se fundó la Universidad Nacional del Sureste de México. La idea venía persiguiendo a Felipe desde que fuera diputado...

José Antonio Ríos Rojo
Maestro Universitario y político. Amante de la lectura y titular de la columna Análisis y Reflexión. | Maestro Universitario y político. Amante de la lectura y titular de la columna Análisis y Reflexión.

Durante el gobierno de Felipe Carrillo Puerto se fundó la Universidad Nacional del Sureste de México. La idea venía persiguiendo a Felipe desde que fuera diputado local durante la gubernatura de Carlos Castro Morales. Con las facultades de medicina, jurisprudencia e ingeniería, el Instituto Literario, o Preparatoria, la Escuela Normal Mixta, la Escuela de Música y la de Bellas Artes, a las que un año después se añadió la de Homeopatía.

En el segundo intento, sacar adelante el proyecto de la Universidad resultó ir cuesta arriba. Y eso que, para transformar el Instituto Literario en Universidad Nacional, el gobierno de Yucatán necesitaba el respaldo de la federación, que a ese efecto envió a la península al secretario de Educación. Carrillo Puerto tuvo que lidiar con José Vasconcelos, un hombre que no apreciaba la cultura maya y se sentía agredido por los modos extrovertidos del socialismo peninsular.

Carrillo Puerto y Vasconcelos se habían conocido meses atrás en el Café Colón de la ciudad de México, donde entre otros asuntos coincidieron en la necesidad del control natal. El yucateco porque, a su ver, la mujer tenía derecho a decidir si se embarazaba; el oaxaqueño porque consideraba que los pobres tenían demasiados hijos.

Cuando Vasconcelos llegó a Puerto Progreso la tarde del 27 de noviembre de 1922 en un barco de la Ward Line, el secretario y el gobernador se saludaron con un fuerte abrazo. En el muelle no sólo estaba Felipe, también cientos de campesinos de las ligas que agitaban estandartes y gritaban consignas. El visitante no saludó a la bulliciosa concurrencia y, al contrario, torció el gesto.

Vasconcelos fue llevado a la casa del doctor Eduardo Urzais, quien lo alojó durante su estancia en Mérida y con quien desde el principio simpatizó: “un mirlo blanco”, decía de él, quizá porque el psiquiatra tenía por costumbre vestir de ese color y con un gran lazo negro a modo de corbata.

En la noche hubo una velada en el Teatro Peón Contreras, donde hablaron Carlos Pellicer y Henríquez Ureña, y Torres Bodet leyó un poema, Vasconcelos dijo en su discurso que para la obra educativa era necesario el concurso de todas las clases de la sociedad, sobre todo las educadas. Y que, para evitar en el futuro “represalias del pueblo contra los ricos”, como las que años atrás habían enlutado a Yucatán, “era necesario educar a las masas llevándolas a la vida civilizada”. Y continuó: “Al indio que ha sido la amenaza de los blancos se le vence instalándolo de propietario; incorporándolo a la cultura de la nación”. La concurrencia, en parte formada por “incivilizados”, guardó silencio. Felipe, que estaba junto al orador, le agradeció sus palabras.

Una noche en que el secretario de Educación se retiró temprano, Felipe invitó a Diego Rivera a conocer la Liga Central. Terminando el recorrido fueron a cenar panuchos y salbutes en la venta de Petrona Ake,  La mulix, que estaba cerca.
– Oye, Diego, veo a Vasconcelos muy reaccionario. Yo pensaba que si Obregón lo había nombrado… -le empezó a decir a su amigo el pintor,   mientras se despachaba la primera tanda de panuchos y Diego pedía la segunda.

– No pienses nada, Felipe, Pepe Vasconcelos es reaccionario, muy reaccionario… Pero es el secretario de Educación. Qué le vamos a hacer… – y el futuro muralista pidió una tercera ración.

-Maaare, Dieguito, por eso engordas.
– Qué quieres, en México no voy a encontrar  panuchos como éstos -dijo el pintor, al tiempor que chuleaba a La mulix, quien era de muy buen ver-. ¿Viste qué  gobernador?
– Ya aprendiste la maya, chel.

Terminado el último panucho, Diego regresó al tema: – Además, Pepe tiene algunas buenas ideas en cultura…
– Tendrá pero no se mide: alaba a los de la casta divina, le disgustan los indios, desprecia la cultura maya, está en contra de la Educación Racional…

– Y es hispanista, anticomunista y mocho… Pero yo quiero un muro para pintar y tú quieres una universidad… cosas que sólo Pepe nos puede autorizar.

– ¿De modo que hay que consecuentarlo?
– Así es; al secretario de Educación hay que cultivarlo, como dicen aquí. Mira, tú quieres que todo Yucatán conozca el Popol-Vuh; Pepe quiere que todos los mexicanos lean La Odisea y yo quiero que me dejen embadurnar paredes. Pues adelante, la Revolución da para todo.

– Pero su vuelves a decir que Haberman es un judío de gueto, que Obregón me puso de gobernador por sus pistolas y que el maya es un dialecto…

– Te muerdes un huevo. Para hacer política, como para pintar murales, hay que aprender a tragar sapos… Al fin que en unos días se regresa a México y te lo quitas de encima. ¿Qué te cuesta, Felipe? Al señor secretario le gusta la buena comida; trátalo bien, consiéntelo…
Y lo consintieron

 

Fuente: Internet

Fotografía de perfil de José A.Ríos Rojo

José A.Ríos Rojo

Columnista

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