En las últimas temporadas de la Liga Mexicana del Pacífico nos hemos creado falsas expectativas sobre algunos records de bateo y pitcheo que pueda superarse. Como si se tratara de la misma campaña, año con año durante las primeras jornadas suelen registrarse que amenazan con pulverizar esas marcas.
Pero todo eso sucede en tanto el pitcheo se asienta y termina por acomodarse, mientras tanto, hazañas como aquella compartida de 27 jonrones de Bob Darwin y Ronnie Camacho, el porcentaje de bateo arriba de .404 de Matías Carrillo con Mexicali en la 92-93 que borraría Sandy Madera casi 20 años más tarde, o el microscópico 0.53 de efectividad que implantó Salvador Colorado con Tijuana en el año de la mexicanización.
Las nuevas generaciones tal vez no saben de muchas de ellas, como tampoco quiénes las impusieron en esa época donde trabajar un mínimo de ocho episodios para un abridor era más que una obligación. Son marcas que parecen haberse establecido a perpetuidad, sobre todo para que en la actualidad los calendarios son más cortos.
Héctor Espino dejó infinidad de récords. Algunos ya han sido superados, pero otros continúan más sólidos que el acero mismo. El “Supermán” regó 1,824 hits en 24 temporadas, imparables de donde se derivaron esa extensa gana de hazañas que solo las borraría un hombre con el doble potencial del chihuahuense. Pero de esos ya no se dan actualmente.
Los promedios de bateo alto los tenemos en las primeras cinco o seis series de arranque de temporada. Después todo vuelve a la normalidad. Este año Sebastián Elizalde, quien ya ganó una corona en ese rubro, presumió un .500 de average tras diez desafíos, pero ya le pusieron un estate quieto.
Cuando alguien pone a viajar la esférica en más de cinco ocasiones en los primeros diez compromisos, rápidamente nos aventuramos a proyectarlo como un serio aspirante a borrar el récord de Darwin-Camacho. Aquí, Nick Torres y Fernando Pérez crearon esa ilusión con sus primeros cuatro bambinazos.
Con los Algodoneros de Guasave, un debutante en esta Liga, Brandon Koch, acaparó los reflectores con sus siete salvamentos en apenas diez compromisos. Este quizá puede ser quien más se acerque a un nuevo récord de mantener esa efectividad como taponero, y que su equipo se vuelva a meter a la ruta ganadora después del freno de mano que le metió Culiacán.
Pero una marca difícil, en realidad muy complicada de empatar con este béisbol moderno, es el de juegos completos en una campaña. Lo que hizo Eleno Cuén con los Ostioneros de Guaymas en la 83-84 teniendo ¡20¡ juegos consecutivos sin necesitar relevo, la verdad tampoco tiene nombre.
Hoy en día brincar la línea de cinco capítulos es todo lo que un timonel le pide y exige a su abridor. Y su continuidad en el montículo dependería solo de que vaya tejiendo una hazaña como el perfecto o sin hit. Ese año Cuén registró 11 victorias por 9 derrotas y una efectividad de 1.39