Las Ligas Infantiles de Beisbol se trocaron en una importante fuente de ingresos para muchos entrenadores empíricos. Es una función que despliegan no de ahora, sino de muchos años atrás, sin que a nadie se le requiera un documento que avale sus conocimientos en la materia.
Precisamente por eso son prácticos, porque no todos quieren asumir ese papel. Algunos por falta de tiempo, otros por sus trabajos y unos más porque “la entrenada” a niños simplemente no se les da. Preferible (el padre de familia) meter la mano al bolsillo y pagar a la persona para preparar o bruñir al infante o joven, según la edad del interesado.
Pero, ¿realmente en todos ellos se manifiestan los resultados que el jugador, los tutores y directivos esperan? Las Ligas tratan de que sus agremiados desplieguen un buen nivel para contender, primero, internamente, y después las eliminatorias con miras a campeonatos nacionales y regionales.
En el desenvolvimiento de los niños dentro del terreno de juego se van considerando la posibilidad de convocar a tal o cual jugador para constituir sus selecciones. No muchos tienen esa oportunidad. A duras penas de seis u ocho equipos se logran elegir a una docena de elementos, pero sin que todos hayan aprobado el nivel deseado.
En la interna, los promedios en los equipos van de uno a dos jugadores que marquen diferencia. El resto asumen otro papel. Pero, uno se pregunta: ¿por qué esa diferencia de cualidades? Algunos traen ese don de sobresalir y otros no. Con estos últimos se tendría que trabajar más a fondo, porque los “caballos” hacen solos su tarea.
Desgraciadamente no todos los entrenadores trabajan para que el desarrollo en el terreno de juego sea parejo para todos. Envolverlos durante una o dos horas a una práctica tan común como incompleta, muchas veces sin aplicar los fundamentos más básicos que se requieren, es la labor del empírico. Claro, existen excepciones, porque hay entrenadores que sí trabajan a fondo, aunque son contados.
La mayoría de los entrenadores, que se convierten también en managers, tienen como objetivo prioritario ganar el juego y levantar el trofeo. No importa las formas, el chiste es salir avante, porque para eso se “compite”, dejando a segundo término la superación.
Por eso, cuando existe un resultado atiborrado de carreras y pocos batazos, se refleja allí el trabajo del manager. Un claro ejemplo lo acabo de ver en una hoja de anotaciones –y no es la primera vez- en que un juego concluyó 20 a 19 ¡sin que se haya conectado un solo hit por ambos lados!, y con más de 40 bases por bolas otorgadas.
“Espera uno” es la orden del manager al niño en turno al bat. Lo importante para él, es que el jugador gane una base, mientras que en las gradas los padres de familia festejan ese boleto gratis con un cántico muy conocido: “tómala, tómala que te la dan, con esa base por bolas hasta home vas a llegar”.
Sí, el o los niños anotaron no una, sino muchas carreras. Pero, ¿aprendieron a batear y demostrarle a sus padres que su inversión valió la pena?.