Durante las últimas tres temporadas Julio César Urías ha sido el pitcher más dominante de las Ligas Mayores. Eso lo sabemos todos. Pero, ¿ya es momento de considerarlo un auténtico monstruo de la pelota norteamericana?
Quizás para ese calificativo muchos pensarán que podría ser muy prematuro ese atrevimiento, pero yo corro el riesgo y levanto la mano para colocarlo no como el mejor, pero sí en un top 5, sin apasionamientos, con argumentos muy sólidos como lo indican sus números en victorias y aquel título de efectividad del año pasado.
Esos números son precisamente los que lo han subido al barco que lo conducirá a un puerto en el que le espera un contrato que tal vez nunca imaginó.
Julio ya no tiene que demostrarle a nadie que merece esa bolsa que nos imaginamos para la próxima temporada. El sinaloense ya hizo, y sigue haciendo, lo suficiente para convencer no solo a su organización de que vale lo que pesa, sino a aquellos equipos que podrían tener un interés muy especial en llevarlo a sus filas para el 2024.
Entre los próximos agentes libres, Urías será un auténtico pez gordo que muchos querrán atrapar. Y con una cereza que le ponga al pastel esta campaña, el valor del serpentinero mexicano será todavía más elevado del que muchos creen que puede estar entre los 200 y 220 millones de dólares.
Sería un error de los Dodgers no conservarlo, cuando ha sido el hombre que los ha inspirado en las últimas tres temporadas, por arriba incluso de un Clayton Kershaw que ha sido el pitcher franquicia o emblemático de la organización angelina pero cuya carrera ya está por extinguirse, dejando el camino libre para que Julio César termine por tomar ese estandarte.
Los rumores de que Los Angeles están interesados en el japonés Shohei Ohtani generan ciertas dudas respecto a la continuidad de Urías con esa escuadra. Pero, repito, desprenderse del sinaloense para el 2024 sería un golpe mediático para esa afición que ve en Julio César al Fernando Valenzuela que hizo época en dicho club.
Habrá que esperar.
DESPIDOS. No recuerdo una temporada de la Liga Mexicana de Beisbol como la actual, en la que la paciencia no ha sido el común denominador de los directivos para con sus managers. Sin que se cumpla todavía el primer mes de actividad, la guillotina ha sido aplicada cuatro veces cortando cabezas sin contemplaciones.
Saltillo, León, Diablos Rojos y Puebla fueron poco tolerantes con sus entrenadores cuyos trabajos no estaban justificando la razón de ser los cabecillas de sus clubes. Los Saraperos prefirieron confiar en Mario Mendoza cortando a Mark Weidemaier, quien apenas completó la docena de juegos (6-6) antes de recibir las gracias.
Luis Mauricio Suárez no tuvo nada qué presumir en su debut con los Bravos de León que terminaron sustituyéndolo con Orlando Merced, como tampoco Héctor Hurtado al frente de los Pericos de Puebla que lo relevaron con Sergio Omar Gastélum.
Pero quién más llamó la atención su despido fue Juan Gabriel Castro en unos Diablos Rojos del México a los que solamente pudo llevar a buen puerto en cinco ocasiones, pero que se topó con pared en nueve desafíos.
Mark Weidemaier