La “guillotina” ha sido más trascendental que los resultados mismos en la temporada de la Liga Mexicana de Beisbol, cuyo circuito buscó encontrar más y mejor espectáculo con los extranjeros y nacionalizados, que con los nativos. El cese de ocho managers sin que todavía se cruce la línea del ecuador en su calendario regular, ha sido más noticia que otras cosas.
Los ocho despedidos llegaron, como siempre, con altas expectativas de colocar a la franquicia que los contrató en todo lo alto y algo más. Pero no se puede pensar en un éxito rotundo y completo cuando las condiciones no son las mismas entre un club y otro. Aquí hay niveles: buenos, regulares y malos.
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El despido de todos ellos es como consecuencia de un plantel que no carburó o una mala planeación de la gente de pantalón largo. Ambas cosas están asociadas, desgraciadamente.
De ese combo en el que la cabeza principal salió por la puerta trasera, tres llegaron ilusionados de iniciar una carrera exitosa en esa faceta tras escribir una buena historia como jugador activo. Luis Borges (Durango) y Carlos Gastélum (Tigres), fueron bajados del camión que ya no pudo recorrer kilómetros con ellos al volante. El debut de ambos quedó marcado como elementos con falta de capacidad y todavía no aptos para un compromiso de esa naturaleza.
Junto con ellos también se fue el puertorriqueño José “Tony” Valentín (Guerreros de Oaxaca), cuyo debut en México como manager no estuvo acorde a los éxitos que alcanzó en su carrera como pelotero activo en el mejor béisbol del mundo. Su etiqueta de exbigleaguer y el aprendizaje que encontró en aquella pelota no fue suficiente.
La danza de guillotinados comenzó precisamente con otro boricua, Luis Matos, a quien los Piratas de Campeche le dieron las gracias tras un pésimo arranque de temporada, cuando venía de realizar un trabajo de bombero con los Toros de Tijuana en el 2023.
Luis Carlos Rivera (Tijuana), Juan José Pacho (Veracruz), Alfredo Amézaga (Saltillo) y Oscar Robles (Chihuahua) se inscribieron en esa lista en la que nadie desea aparecer, pero que muy pocos consiguen ese objetivo.
Los casos de Amézaga y Robles llaman la atención, porque el primero llegó el invierno pasado para debutar como timonel con Tomateros de Culiacán, sentado siempre entre el despido y la continuidad, mientras que Robles emerge como uno de los pilotos mejores posicionados y con grandes credenciales por su trabajo con los Algodoneros de Guasave, amén de un nombramiento como Manager del Año.
A Robles simple y sencillamente sus triunfos en invierno no le sirvieron un cacahuate, pero no por falta de capacidad, sino porque encontró un equipo de Chihuahua que, estamos seguros, tal vez no tenía ni la contundencia para competirle a los equipos de la Liga Estatal de Chihuahua, que, dicho sea de paso, aseguran llevan más público a sus encuentros que los que convocaba esta franquicia de expansión.
