Redactaba estas líneas un par de horas antes de que arrancara la última serie del calendario regular en la Liga Mexicana del Pacífico, después de utilizar y reutilizar la calculadora, papel y lápiz, buscando un vestigio de vida para los Tomateros, pero la única que encontré estaba difícil, complicadísima, al grado de que era más factible cruzar el océano Pacífico nadando, a que los Guindas estuvieran en las fiestas de enero.
Culiacán murió desde hace rato, sólo que muchos nos resistíamos a admitirlo. Sin embargo, de haber ganado la doble jornada del lunes contra Ciudad Obregón, las esperanzas estuvieran latentes. Un poco complicado, pero vida al fin.
La ecuación que encontré era la de un cuádruple empate con Mazatlán, Navojoa y Sultanes, dejando en la última posición a los Charros. Y de acuerdo al sistema de competencia, al no existir un solo equipo que dominara al resto, el siguiente criterio era el run average, en donde el porcentaje más bajo de todos era de los Guindas, que estaban obligados a ganar sus tres juegos a Monterrey con 8 o más carreras de ventaja, y que los otros dos conjuntos también fueran apaleados.
Mejor no quise seguir quemando las pocas neuronas que me quedan, y decidí por terminar de admitir que la serie en Monterrey -aplazada para iniciar mañana por cuestiones de logística- sería para los Tomateros de mero trámite, aunque también buscando hacer daño a los Sultanes, que necesitaban de una victoria para asegurar el octavo boleto.
Es en estas situaciones cuando se lamentan aquellos juegos que se perdieron por diferentes causas. Por ejemplo, y sólo por citar uno que me viene a la memoria, es aquel cuando Benjamín Gil decidió darle “descanso” a su cerrador en un partido contra Guasave, al que llegó a la novena entrada ganando por dos carreras.
¿Recuerdan lo que pasó? Gil optó por traer al montículo a David Gutiérrez y ¡saz!, que le sacan el partido.
Si ese encuentro se hubiese ganado, no estaríamos hablando en este momento de que la serie en Monterrey fuera de trámite. Sí, ese triunfo que se escapó los mantuviera todavía con posibilidades de meterse a la postemporada, con la consabida consigna de barrer a los Sultanes, y otras combinaciones que resultaban más viables.
Pero ni hablar. El equipo cosechó lo que sembró. Esa mala temporada en ambas vueltas los ahorcó, y sobre todo esas dos barridas consecutivas que sufrieron ante Hermosillo -que les tomó la medida ganándoles 11 de 12 juegos- y con Jalisco, uno de los dos rivales directos contra los que se jugaba el boleto.
¿LIMPIA? Antes de celebrarse la serie contra los Yaquis, hubo muchas preguntas e incógnitas de aficionados. La mayoría giraban en torno al plantel, que para varios ya debía renovarse, de sacudirse a los peloteros de edad como los casos de Efrén Navarro, Guadalupe Chávez, entre otros.
Creo que ambos ya no regresarán, pero no serían los únicos. También Benjamín Gil pudo haber vivido su última temporada con el equipo, si recordamos que le dieron una oportunidad a petición de los propios jugadores, pero que no pudo revertir los resultados, y tampoco pudo sacar al equipo de esa línea perdedora, en la que, siendo honestos, el piloto fue el menos culpable de haberse metido al ruedo con un plantel limitado en todos sus departamentos.
Y de los extranjeros mejor no comento. No sé quién sería el encargado del scouteo para firmarlos, pero quien haya sido, hizo un pésimo trabajo.