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El opio, la medicina de Dios

Se tiene la idea de que empezó hará unos diez mil años -antes de la aparición de las ciudades, de la agricultura, de la ciencia y...

Foto: Línea Directa. | José Antonio Ríos Rojo.

Se tiene la idea de que empezó hará unos diez mil años -antes de la aparición de las ciudades, de la agricultura, de la ciencia y de la historia. En esa época en la que se estaban erigiendo las primeras ciudades humanas en los valles de los ríos Éufrates y Tigris, las semillas de esta planta sagrada se ingerían como alimento, su sabia amarga se utilizaba como medicina y se cantaban sus virtudes.

Durante la excavación de un palacio de cuatro mil años de antigüedad en lo que es hoy el noroeste de Siria, los arqueólogos encontraron una estancia poco habitual cerca de las cocinas. Había ocho fogones y una serie de tarros grandes, pero no había ningún resto de comida. En su lugar encontraron trazas de amapolas además de heliotropo, manzanilla y otras hierbas que se sabe se utilizaban para la elaboración de medicinas. ¿Fue este uno de los primeros lugares del mundo en que se fabricaron fármacos?

Los griegos asociaban la planta con sus dioses del sueño (Hipnos), de la noche (Nix) y de la muerte (Tánatos), y colocaron sus imágenes en monedas, jarrones, joyas y lápidas. Hesíodo escribió, ocho siglos antes de Cristo, sobre una ciudad cercana a Corinto, en Grecia, llamada Mecone -que traducido significa algo así como <<Ciudad Amapola>>, la cual, según creen algunos historiadores, debe su nombre a las enormes plantaciones de amapola que la rodeaban.

Homero menciona la planta en la Ilíada, y en la Odisea cuenta la historia de Helena y su elaboración de una pócima para dormir que, según muchos, incluía savia de amapola. Hipócrates se refirió con mucha frecuencia a las amapolas como un ingrediente fundamental utilizado para fabricar medicinas.

Deshidratada e ingerida o fumada, fue la medicina más fuerte y más relajante de los primeros hombres. En la actualidad, está entre las más controvertidas. Es el fármaco más importante que los humanos hayan encontrado jamás.

En la época en la que Roma gobernó el mundo, durante los siglos I y II, se decía que el opio, se consumía tanto como el vino y que se vendía en las calles romanas en forma de pasteles de amapola -sin hornear, dulces maleables hechos de opio, azúcar, huevos, miel harina y zumo de frutas-, utilizados para levantar el ánimo y aliviar los dolores leves del populacho. El emperador Marco Aurelio tomaba opio para dormir; el poeta Ovidio también tenía fama de ser un consumidor habitual.

Los británicos introdujeron el opio a China. El gobierno chino, que todavía lidiaba con los problemas ocasionados por el tabaco, reaccionó ante los esfuerzos británicos para traer una nueva droga a su mundo, publicando un edicto tras otro para restringir el comercio del opio. Pero los británicos hallaron modos de seguir introduciéndolo en el país. Cada nuevo fumador de opio era nueva fuente de dinero y, una vez que empezaba a fumar, no quería parar.

En un viaje a París, a finales del siglo XVIII, Thomas Jefferson probó  un brebaje medicinal francés llamado La Brune, oleoso y oscuro, cuya principal característica era su alto contenido de opio. Jefferson se lo llevó a EUA como remedio fundamental para todo clase de dolores y achaques.

A nuestro terruño, llegó en la década de los 20 del siglo pasado, viajando de China a Sinaloa e instalándose en la sierra de Badiraguato, principalmente.

El opio tiene raíces profundas en la humanidad, con una naturaleza dual: su poder de curar, para hacer el bien, y por otro, causar mucho daño.

No se puede tener lo bueno sin lo malo. Todo descubrimiento científico es una espada de doble filo: sus beneficios están inevitablemente vinculados a los peligros tanto físicos como psicológicos que acarrea. A menudo, los humanos nos quedamos con los beneficios y dejamos para más adelante la solución de los peligros. Y eso es, sin duda alguna, lo que ocurrió con la planta de la alegría, <<la medicina de Dios>>, el opio.

Como se podrá haber visto, desde el origen de la humanidad, las drogas nos han acompañado.

Para la elaboración de este artículo se consultó el libro de Thomas Hager, Diez drogas. Sustancias que cambiaron nuestras vidas, Ed. Crítica.

 

Fuente: Internet

Fotografía de perfil de José A.Ríos Rojo

José A.Ríos Rojo

Columnista

José A.Ríos Rojo

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