Culiacán, Sinaloa, 10 de abril 2023. Diversos estudios han demostrado que por cada peso que se embolsa un dueño de casino, la sociedad tiene que gastar seis por los efectos nocivos: bancarrotas, desfalcos, criminalidad asociada a la ludopatía (robos, fraudes, secuestros), terapias, procesos legales (cada vez más ludópatas acaban cometiendo un delito), atención de hijos abandonados y descuido criminal de las obligaciones familiares y sociales.
Por otra parte, es un hecho que los casinos y salas de apuesta permanentes “son el mecanismo ideal y más barato para lavar dinero procedente de actividades delictivas”, como se argumentó por la oposición en el Congreso durante la discusión de la iniciativa de 2004.
Se denunció entonces que la Secretaría de Gobernación sabía que, aparte de los “legales”, había (y hay) muchos casinos clandestinos “pero se hace de la vista gorda y no los combate, mientras que los diputados pro casinos le hacen el juego a los cabilderos diciendo que, si de todos modos existen, hay que legalizarlos”.
UNA CUESTIÓN MATEMÁTICA
Para quienes acuden a los casinos pensando que ganarán, conviene recordarles que en los juegos de azar que se practican de forma reiterada, repetitiva y constante, es absolutamente seguro que la casa ganará, pues se reserva un número de posibilidades de éxito muchísimos mayores que los jugadores, del juego que sea.
El jugador, mientras más juega más seguro es que pierda sin remedio. Es una cuestión matemática (y de sentido común).
Ahora bien, si la inducción al error es la práctica de los casinos, al tener a su favor la Ley de las Probabilidades, manipulando sus aparatos y condiciones de juego, eso es un acto de mala fe, que puede ser sancionado legalmente porque está prohibido por nuestra Constitución.
Esas cuestiones no fueron consideradas por la Comisión Especial sobre Casinos que, el 14 de mayo del 2004, propuso la integración del Instituto Nacional de Juegos y Sorteos.
¿Y QUIÉNES GANAN?
Por lo demás, ningún discurso de la “liberalidad” que se presenta como signo de una modernidad chafa y convenenciera, puede ocultar lo evidente: con los casinos y el juego en todas sus variantes quienes más ganan son las mafias, las ilegales y las “legales”.
Los escasos beneficios son de suyo relativos, colaterales y sin verdadero impacto en la economía y menos en el desarrollo nacional, en el sentido amplio y compartido que debe tener.
Muy al contrario, el saldo es negativo para la sociedad, sin sombra de duda.
Se reconoce a sotto voce hasta en las familias: la ludopatía está impactando de manera alarmante, en los casinos se quedan las quincenas y los bienes materiales que se sustraen incluso del hogar; la neurosis y el estrés ya son imparables en muchísimos casos.
Pero las flamantes autoridades, las comisiones de esto y aquello, los institutos y secretarías de relumbrón (como la de las mujeres, el sector en el que por cierto aumenta la ludopatía sin remedio a la vista) no ven ni oyen.
En la práctica, operan como cómplices.
LA RIDÍCULA “INSPECCIÓN”
Y en un contexto social y económicamente pernicioso la “inspección” de los casinos es de suyo deficiente (prácticamente inexistente, por lo que se puede imaginar).
En el 2013 la Secretaría de Gobernación contaba con apenas 60 inspectores para constatar la legalidad de miles de juegos y sorteos y ubicar a los establecimientos ilegales. Que el número ha aumentado, no sabemos cuántos, pero siguen sin verse.
Así las cosas, mientras la debida vigilancia, por lo menos, es a todas luces deficiente y hay notoria permisibilidad y complicidad de los gobiernos involucrados, las graves consecuencias económicas y sociales se agravan sin solución a la vista.
A ver hasta cuándo.
EN EL TINTERO
-Apostar casi todo a la inversión extranjera, al neoliberalismo, es apostar a la dependencia, al colonialismo de nuevo tipo. Dígase lo que se diga.
-El negocio de las apuestas ha contaminado prácticamente a todo el deporte. No hay espacios a salvo de la andanada mediática en el juego de lo que sea. Y así van, campantes.
-Hay altibajos y despropósitos en las expresiones presidenciales: la defensa de Trump, un truhan comprobado; de la plagiaria Yasmín; de los contratos de allegados a su movimiento; de la vigilancia que es “inteligencia”. En fin, que nadie es perfecto, se dice.
-Por lo demás, mañaneras y semaneras: legítima defensa.
-En los caminos a las playas, la misma corrupción de siempre, de agentes y autoridades cómplices. El botín es grande y se reparte.
-¿Semana santa? Hay que ser un poco serios. ([email protected]).