El duelo es el proceso psicológico que se produce tras una pérdida, una ruptura, el abandono, la muerte de un ser querido; es diferente para cada persona, y se pueden desencadenar síntomas físicos y emocionales como la ansiedad, depresión, tristeza, sentimientos de culpa y negación.
Es una herida interna que requiere de tiempo para cicatrizar, y no es nada fácil superar el dolor que causa y los estragos que deja aun cuando sabemos que lo que nos espera es devastador, es preciso entender que no será para siempre, y que enfrentar el proceso es lo mejor para alcanzar la estabilidad emocional que se ha perdido tras ese difícil acontecimiento.
Primero aparece la negación, cuando empiezas a cuestionarlo todo; la incredulidad ante lo que te está sucediendo, preguntas sin respuesta causadas por el dolor, pues el impacto es tan fuerte que dejamos de escuchar, de entender, de pensar, e incluso de sentir.
Luego viene la negociación, que es cuando empezamos a fantasear con la idea de revertir la situación, se buscan todas las soluciones posibles, haces lo que esté a tu alcance con tal de que se pueda obtener lo deseado, pero esta fase es muy breve, ya que estar buscando soluciones resulta agotador.
Después sentimos mucho miedo, la incertidumbre se apodera de nosotros, llega un profundo vacío y nos llenamos de tristeza al enfrentarnos con la realidad
Luego de un tiempo la última etapa del duelo se hace presente, y comenzamos a aceptar cuando comprendemos que lo sucedido es algo irreversible, algo contra lo que no podemos luchar, entonces es cuando nos sentimos mejor y damos vuelta a la página.
Toda pérdida es dolorosa, pero debemos asimilarlo y seguir con nuestras vidas, y tomar cada lección como un aprendizaje y no como una limitante.
