Las nuevas generaciones de árbitros tal vez nunca escucharon hablar de Alejandro “El Charol” López. Este hombre, junto a otros personajes del silbato como don Jesús Guadarrama, Aniceto Carrillo y Pablo Ordorica, sentaron los cimientos para que, con el paso del tiempo, surgieran más y más hombres de negro en el balompié local y estatal.
Alejandro y don Chuy, como se le conocía, fueron el tronco de ese árbol que creció y arrojó varias hojas durante años. Estoy hablando de la década de los 70´s, en cuya época presenciar un partido de futbol de primera fuerza era una verdadera delicia para el aficionado, pues nada tenía que pedirle al futbol de paga que terminó llegando a nuestra ciudad después del 2000.
El nombre del “Charol” se volvió viral el martes al conocerse su muerte y por obvias razones surgen los recuerdos. Tuve el placer de tratarlo y no solamente eso, sino de combinar mi labor periodística con el arbitraje. Un día le manifesté mi intención de moverme sobre una cancha de futbol pero no en calidad de jugador, sino de juez principal o auxiliar.
Con su pintoresco y peculiar estilo de hablar y de tratar a sus amigos y semejantes, recuerdo que aquellas palabras que me dijo: “si quieres que te recuerden a cada rato a tu jefecita, adelante”. Me regaló un short, una camiseta y unas medias negras, el atuendo original de un árbitro antes de que se volviera una vestimenta folclórica, y me programó en su reunión del Colegio de Árbitros para debutar ¡en un partido de la
primera fuerza!
Confieso que me temblaron las piernas aquella mañana de domingo en la ahora desaparecida cancha de Las Bombas, cuando al lado del “Charol” y otro arbitro que no recuerdo su nombre, sancionamos un juego del Unión Tierra Blanca, nada más y nada menos el plantel que ejercía más presión no solo al rival sino también a los silbantes.
Mi función fue la de “lineman” (juez de línea o de banda). Mi paso como árbitro fue realmente corto. Tenía a mi cargo la responsabilidad de la
sección deportiva de El Debate y los domingos era el día de mayor actividad. Digamos que lo hice para “matar el gusano”.
Lo anterior viene a colación porque seguí tratando al “Charol” muchos años más. Era una persona amable y sencilla. Me ayudó bastante coordinando a los silbantes que se encargaban de sancionar las jornadas de los Torneos de Los Barrios de Futbol que también tenía a mi cargo después de la salida del profesor y fundador Jesús “Chuchuy” Acosta.
Con el paso de los años Francisco Páez fue uno de sus más destacados alumnos en el arbitraje. Panchito le dio continuidad a la tarea de que surgieran nuevas caras, a tal grado de que, en la actualidad, podemos presumir de que, aquella semilla que sembró Alejandro López, arrojó muchos frutos, ya que en el balompié profesional muchos sinaloenses figuran y siguen destacando. El más claro ejemplo es el de Arturo Ramos
Palazuelos, con gafete de FIFA y participación en Mundiales. El “Charol” y don “Chuy” son dos héroes anónimos a los que nadie les ha reconocido su valiosa aportación con el silbato, esa ocarina que ha dejado ya de escucharse por completo en los campos y los llanos de todo Culiacán.