Uruguay goleó 4-0 a la selección nacional en un encuentro amistoso el miércoles allá en Gringolandia. ¿En serio ese es el nivel y capacidad técnica que tiene nuestro país?
La somanta aplicada al tricolor despertó el coraje de miles, por no decir millones, cuando estamos muy cerca de competir (si es que con esa calidad la tenemos) en una Copa América y posteriormente la Copa Mundial que como subsede compartiremos con Canadá y el vecino país del norte.
Pero en razón de repartir culpa, me llama la atención que el más vapuleado de este resultado no fue el “Tala” Rangel que ocupó un lugar “sagrado” para Memo Ochoa, o que la defensa estuvo más frágil que los rivales del Canelo Alvarez en gran parte de su carrera. No, aquí las pulgas se le cargaron al técnico Jaime Lozano, etiquetándolo de novato, de poca sensibilidad futbolística y hasta de miedoso.
¿En realidad es Lozano el culpable directo, no de este fracaso, sino de que la selección no camina bajo la misma ruta que lo hacen los equipos sudamericanos, hablando de nuestra zona en América?
El técnico jugó la partida con las cartas que le dieron o seleccionó por voluntad propia, que esto dudo mucho que haya resultado así. La cruda realidad es que nuestro futbol es ese, el estancado, el mediocre, el de limitaciones, etc, y más etcétera.
Lejos de despotricar contra el entrenador y los jugadores, ¿alguna vez nos hemos puesto a pensar qué hacen otros países para tener un futbol de alto nivel y jerarquía? ¿Por qué en lugar de llenar la Liga de extranjeros y nacionalizados, no tomamos algún modelo de esos países para que desde jóvenes los prospectos mexicanos la puedan llevar a cabo?
Todavía no terminaba el juego cuando muchos medios ya pedían la cabeza de Jaime Lozano, pero nadie, absolutamente nadie, tocó la llaga de lo que se está haciendo mal para que el balompié azteca crezca, como, por ejemplo, insistir en que vuelva el ascenso y descenso, y que existan más y mejores capacitadores.
Botando a Lozano del timón no cambia las cosas. Mejor pensemos que la gente de pantalón largo protege sus intereses de otras formas, como exigir que tal o cual jugador tiene que formar parte de la selección, donde, por cierto, muchos ya cumplieron su ciclo sin que hayan dejado un precede con el que se le deba reconocer o aplaudir.
¿Por qué en lugar de varias convocatorias, jugar partidos amistosos primero con unos y después con otros, no se trabaja con un solo grupo que sepa acoplarse y entenderse sobre la cancha? Difícil el caso.
A Lozano se le fueron a la yugular por no jugar con el equipo “A”, reservados todos ellos para el choque contra Brasil el sábado, como si ese juego fuera más importante que el sostenido ante los charrúas.
Entonces, ¿para qué convocar a jugadores sin experiencia, novatos y hasta miedosos? ¿para qué ilusionarlos? Lo único que consiguieron, y han conseguido, es exhibirlos.