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En 1862, las tropas francesas tomaron Veracruz iniciando su avance al centro del país y, aunque fueron derrotados en Puebla, el 5 de mayo de ese año, ocuparon la Ciudad de México unos meses después, el 10 de junio de 1863.
El presidente Benito Juárez abandonó la capital y empezó la peregrinación republicana. La ocupación francesa llegaría a su fin en 1866, jalonado ese país por los conflictos y reacomodos europeos.
Desde 1863 habían instalado en Chapultepec a Maximiliano de Habsburgo y su imperio trágico; al irse los franceses, el gobierno de la República retomó el control del país y Maximiliano terminó fusilado en Santiago de Querétaro.
EL CÍNICO SEÑOR DE SALIGNY
Dubois de Saligny era embajador de Francia en el México juarista, personaje que, según las crónicas de la época, cobró fama de irresponsable porque se presentaba borracho en los actos oficiales.
Saligny enviaba correspondencia al ministerio francés en París y, en enero de 1861, escribió a su gobierno: “No se pasa día sin que al caer la tarde, en todos los puntos de la capital (mexicana), lo mismo en los barrios más desiertos como en los más poblados, muchas personas no sean atacadas por los asesinos… esos ataques nocturnos, consumados más de una vez hacia las siete de la noche en la calle más comercial y frecuentada, se dirigen exclusivamente a los extranjeros”.
“ESTE DESGRACIADO PAÍS”
Saligny exageraba descaradamente, manipulaba información y, según consta documentalmente, el 28 de abril del mismo año dirigió otra misiva a su metrópoli diciendo: “En el estado de anarquía, o mejor dicho, de descomposición social en que se encuentra este desgraciado país, es muy difícil prever el aspecto que tomarán los acontecimientos… Todo indica que nos acercamos a una nueva revolución”.
El embajador (que por cierto lo había sido también en Texas, cuando esa provincia se había declarado independiente de México) promovía abiertamente la intervención militar de su país y en aquella misma misiva agregaba:
“En este estado, me parece absolutamente necesario que tengamos en las costas de México una fuerza material bastante para atender, suceda lo que quiera, a la protección de nuestros intereses”.
Saligny, se sabía, actuaba en contubernio con los conservadores mexicanos que traicionaron a la República.
…Y “LO DESFIRMO”
Para evitar la intervención militar de Francia, Inglaterra y España, países que se consideraron agredidos por la suspensión de pagos de la deuda externa mexicana, decretada por Benito Juárez en 1861, realizaron negociaciones, firmándose los Tratados de Soledad.
Se retiraron España e Inglaterra, pero no Francia y, según consta en las crónicas, el representante español, Juan Prim, reclamó al embajador francés su negativa a respetar lo suscrito.
Saligny, cuestionado por Prim, quien le señalara que había firmado el documento, le respondió con todo cinismo: “lo desfirmo”.
Lo que vino después ya se anotó: se inició la segunda intervención francesa en nuestro país, que tuvo como remate el efímero imperio de Maximiliano.
Quizás no sea ocioso señalar que este recuento, en su brevedad y limitación, ha sido motivado por los desplantes de las casas francesas de subastas que desprecian el derecho mexicano a conservar su patrimonio cultural. Lo mismo que pasa en las demás “metrópolis” con su trato a nuestro país.
EN EL TINTERO
-Debe avanzar, sin sombra de duda, la exigencia de investigar a fondo, hasta lograr claridad y transparencia, los negocios del SNTE, y no solo en Sinaloa, por cierto. Lo que saldría a la luz puede rebasar el asombro.
-Las críticas de Estados Unidos a la Reforma Energética en México: la paja en el ojo ajeno.
-Anuncian nueva prueba “ultrarrápida” de Covid; resultados “a los cuatro minutos” después de pagarla (y nada barata) antes del primer minuto.
-Los “samuelazos” (Nuevo León) de los partidos clientelares, con el exceso infumable de Palazuelos en Quintana Roo, deben ser parados, descalificados con toda claridad por lo que queda de conciencia ciudadana en este país. ([email protected]).