Con 93 años a cuestas, el viejo mostraba inusitada fortaleza, y hasta presumía a su orgullosa descendencia que todavía le quedaba un resto de fuerza para seguir dando guerra en ésta vida.
En algunas fechas especiales en que la familia se reunía, el viejo aprovechaba para contar a los más pequeños de su “prole”, algunas anécdotas y vivencias experimentadas en su larga trayectoria existencial.
La casa de Don “PRIETO”, como era conocido en el rancho, era de adobe puro, su estructura de horcones de mezquite y otros árboles propios de la flora regional.
Su señora esposa había entregado cuentas al santo creador hacía algunos años, y solo tenía como su gran compañía a sus dos muy queridos perros; “son mis amigos y fieles guardianes”, se le escuchaba decir.
Sin embargo, pese al gran optimismo, al espíritu saludable y el temple que siempre distinguieron al hombre aquel, finalmente ocurrió lo que tenía que ocurrir.
Y es que, el tiempo, que poco o nada perdona, tocó un día la puerta de la vieja casa de Don “Prieto” para presentarle la factura por el tiempo de vida rentado.
Repentinamente, dolores en el pecho y fuertes malestares en las vías urinarias, arrebataron la gallardía de aquel rudo campesino que todo encaraba con valentía y buen sentido del humor.
La bondad o quizá el agradecimiento por viejos gestos de solidaridad mostradas por Don “Prieto”, motivó quizá a uno de sus nietos a ofrecerse para trasladarlo a la ciudad vecina en busca de atención médica.
Pero el viejo aguerrido se opuso a ser sacado de su casita en busca de ayuda médica.
“Aquí nací, y aquí me muero junto a mis dos perros”, había dicho siempre el nonagenario individuo y parecía estar dispuesto a seguir montado en su macho.
Ante la postura del abuelo, los nietos salieron a la ciudad en busca de un médico que pusiera sus manos y conocimientos en el mal que aquejaba a Don “Prieto”.
Dos horas más tarde, los familiares del enfermo regresaron acompañados de un galeno y una enfermera.
Tras la auscultación el diagnóstico médico fue poco halagador; ae trataba de una combinación poco recomendable para persona alguna.
“Trae un cuadro grave de neumonía, y además, el señor presenta prostatitis aguda, con vejiga inflamada, por lo que requerimos aplicar ventilación mecánica y una sonda urinaria vía uretra”, informó el especialista.
La familia quería obsequiar unos años más de vida al jefe de la tribu, por lo que dieron vía libre al médico para poner manos a la obra.
El galeno regresó a la ciudad en busca de los accesorios y medicamentos necesarios para la instalación del oxígeno y las sondas urinarias que requería aquel gran guerrero de la vida.
En cosa de dos horas, entre tripas de sondas, tanque de oxígeno y frascos de suero, don “Prieto” dormitaba en su catre de jarcia.
“Vamos a regresar a la ciudad”, informó el doctor, no sin antes dejar los medicamentos y forma de administrarlos.
¿Y las sondas doctor, para cuando se las va a retirar?, preguntó una comadre del enfermo, que se había hecho presente más por mitotera que preocupada por su salud.
“Si no hay contratiempos, pueden ir mañana en la noche para revisarlas y ver si es necesario sustituirlas por unas nuevas”, respondió el médico, al tiempo de pedir al chofer designado llevarlo de regreso a casa.
Pero, nada extraordinario habría ocurrido con el enfermito si no hubiera sido que a su nieto solidario le salió un compromiso y tuvo que salir fuera de la región.
Por esa razón, el día señalado no hubo voluntario para ir a la ciudad por el médico, para efectos que viniera a retirar las sondas urinarias y del oxígeno del pobre “Don “Prieto”.
Habían transcurrido tres días de convalecencia médica, cuando llegó un viejo cascarrabias, pariente del enfermo con intenciones de saber el estado de salud de su viejo camarada.
Llegó el visitante y se sentó muy cerca del catre en que reposaba el convaleciente.
El problema fue que el imprudente empezó a degustar unos chicharrones de puerco con tortillas de maíz, que portaba en ambas manos en unos envoltorios de papel.
La imprudencia del visitantes no tuvo límites, ya que tratando de ser solidario con los perros de don “Prieto”, les aventó unos chicharrones al suelo.
Sobra decir la cruenta pelea que se generó entre los dos embravecidos animales, ya que en la disputa por los chicharrones se enredaron en las sondas, arrastrando algunos metros catre y enfermo.
Aquella noche, los gritos de dolor del enfermo, los gruñidos y ladridos de los perros, el tiradero de sillas y medicamentos, así como los inútiles intentos del hombre de los chicharrones por separar a los canes, se convirtió en el mismo infierno.
Sobra decir, que unas horas después, mientras la familia del enfermo se organizó y salieron en busca del médico, la gravedad del enfermo fue notoria.
¿Quién le retiró las sondas a “Don Prieto”?, preguntó el médico, en cuanto estuvo frente al viejito.
“Fueron los perros… Es que, se pelearon por unos chicharrones, doctor”, respondió la comadrona del paciente.
“Pues señores y señoras, debo informarles que ese pleito chicharronero podría ser la causa del fallecimiento del señor…
Y así fue… Don PRIeto, murió, en parte por su ya larga vida, apresurada en todo caso por el pleito de sus propios perros, pero originada por los desacuerdos, la desatención, la ambición, y el olvido del enfermo.
EL ESPIRITU DE DON “PRIETO”
REVOLOTEA EN EL EDOMEX
El PRI no tiene remedio; su salud política se encuentra en terapia intensiva, y sin embargo, sus “médicos” de cabecera lejos de buscar su curación, se disputan la herencia del enfermo.
No entienden la urgente necesidad de una atención especial, que la salud del enfermo les exige.
Compartir esfuerzos, experiencia y voluntades, sería la mejor alternativa, si quisieran salvar de la muerte anunciada a su enfermo; El PRI.
En el Estado de México, el emblemático bastión tricolor del País, en el 2023 se elegirá al nuevo gobernador, sin embargo la lucha interna se deja sentir con toda su intensidad.
Dos poderosas corrientes del famoso grupo Atlacomulco se han enfrascado en su idea de entregar la candidatura priísta a una de sus preferidas.
Por un lado, Alfredo del Mazo, el actual mandatario, utilizó todo su poderío político para imponer como candidata a su secretaria de Desarrollo Social Alejandra de la Mora.
Y desde el flanco opuesto, aparece el ex gobernador Arturo Montiel, quien buscaba, y al parecer, busca todavía, imponer sobre cualquier obstáculo a la Diputada federal Ana Lilia Herrera.
Frente a éste escenario, desde el terreno opositor asoma y observa cautelosa y hasta cierto punto gustosa, la candidata de MORENA, Delfina Gómez.
Sabe Delfina, que el fuerte choque de trenes entre los dos poderosos grupos del PRI, le será altamente beneficioso para sus fines de ganar las elecciones del 2023.
Lo dicho, el PRI no entiende… Miran sus militantes la tempestad y no se hincan.
Es evidente que la vieja pelea de perros que prácticamente acabó con la vida de Don PRIeto”, pudiera cobrar vigencia en el Estado de México…
Algunos dicen que se observa un choque de trenes…Yo más bien creo que se trataría, precisamente, de otra pelea de perros… Nos veremos enseguidita.