Los play off son otra cosa. El borrón y cuenta nueva ofrece las mismas oportunidades para todos, dejando atrás unos números que solo se convierten en estadísticas, que, para el fin que se persigue –el título-, salen sobrando. En esa etapa, como dice el Corrido de Mazatlán, hasta un pobre se vuelve millonario.
Mire usted. Oaxaca llegó a la final del sur con todos los momios en contra, incluyendo el de “ser familia” de los Diablos Rojos que se suponen no solamente llevan su preferencia, sino que tienen la obligación de ratificar que todo lo que hicieron en una campaña de 93 juegos, fue sentar los cimientos para construir el castillo del nuevo rey.
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Pero aquí la puerca está torciendo el rabo. Los Rojos capitalinos fueron sorprendidos en los dos primeros encuentros y llegarán el martes a la casa de los Guerreros bajo una historia que no estaba presupuestada. Oaxaca ganó en el propio infierno dos desafíos que lo tienen prácticamente en la llamada Serie del Rey, pegándole par de coscorrones al hermano mayor que de lo sublime podría pasar a lo ridículo.
Según la historia bíblica, Caín mató a Abel. Y esa leyenda podría asociarse y aterrizar en esta serie final del sur si los Diablos son incapaces de revertir las cosas.
Sí, porque con esa campaña que cinceló con 71 victorias a cambio de 19 derrotas, lo menos que se podía esperar de la franquicia era avanzar todas las rondas con algo más de comodidad. Pero aquí se topó con un muro que no consideraban tan alto, sobre todo, porque es un rival que apenas rozó los 500 de porcentaje en ganados y perdidos (46-44), sin que ese punto resulte determinante para creer que serían presa fácil.
Por eso digo que la postemporada es diferente, se juega de otra manera y se vive con más dramatismo, porque en cada encuentro se juega parte del trabajo que fueron haciendo sobre el camino.
Los Diablos tuvieron el mejor récord en mucho tiempo de su rico historial. Pero ya vemos que eso, hasta el momento, no les garantiza llegar a la meta primero. Le sacaron 20 juegos de diferencia a su más cercano perseguidor, el benjamín Querétaro, en la definición de la zona sur, el mismo número de juegos que habrían marcado en un standing general.
Con tanta ventaja, se puede suponer que no tuvieron rivales enfrente. Al arranque de campaña, los triunfos del México no alteraban las noticias, sino las derrotas, porque llegaron al último mes de competencia regular con apenas una docena de fracasos. Así de increíble era su dominio y control del circuito.
Elementos como Trevor Bauer, un ganador de Cy Young en las Grandes Ligas en aquel 2020 cuando la campaña fue demasiado corta, que no por eso habría que demeritar sus logros, y el dominicano Robinson Canó, una exestrella del mejor béisbol del mundo, fueron, entre otros, las piezas claves no solo del equipo, sino de la Liga misma.
Pero aún con esas adhesiones, el camino del México podría ser distinto al que se diseñó sobre el escritorio con jugadores de ese calibre que nunca nos imaginábamos que podrían venir a jugar a nuestro país.
No todo lo que brilla es oro.