Existe un capítulo de la famosa serie de comedia llamada Seinfeld que es recordado por todas sus fans. El capítulo trata de un exitoso cocinero que vendía las sopas más deliciosas de toda la ciudad. Era tal su éxito, que era él quien decidía a quien vender sus sopas. El comensal que no bajara la cabeza de manera humillante para ordenar una sopa era corrido del lugar y vetado para siempre. Todos debían someter su voluntad para tomar una sopa. Uno del personaje de la serie, cansada de las humillaciones, encuentra las recetas del cocinero y las hizo públicas. El imperio de la sopa cayó
Durante mucho tiempo, el presidente dominó la agenda nacional. Por más de tres años, Andrés Manuel López Obrador acaparó sin misericordia todos los aspectos de la vida púbica desde el verdadero sillón presidencias: las mañaneras.
Desde el pulpito, mitad laico y mitad eclesiástico, Andrés Manuel dirigía a México como un experimentado chef dirige su cocina. Todo era cocinado con perfección puntual. Ni un huevo mal cocido se colaba sin la supervisión de la presidencia. La figura del presidente era intocable. La cocina tenía sartenes recubiertos del teflón de la mayor calidad conocida. Las críticas se estrellaban una y otra vez contra las apiladas cazuelas relucientes sin ninguna consecuencia. Los comensales tenían que comer en silencio; quien se quejara de algún exceso de sal era acosado por los meseros, pinches, garroteros y acomodadores del restaurante. El chef era infalible; el gusto del comensal era el equivocado.
Parece que el teflón comienza a agotarse. El presidente mantiene el control de la cocina, pero no es la misma. Los utensilios antes impolutos, hoy necesitan la ayuda del aceite para evitar el deterioro de la popularidad. Los platillos ya no tienen el mismo sabor.
Andrés Manuel se quemó con una de sus recetas. Fue demasiado lejos. El tema de Lorert de Mola se convirtió en la primera rajada visible al teflón. El Chef López Obrador sucumbió ante la crítica de un comensal exigente, pero nada trascendente. El chef hizo grande al crítico culinario. El teflón no da más, ahora toca sacar aceite de donde sea y como sea para tapar la degradación de la cocina. Los clientes que antes callaban por temor a quedarse sin un bocado del menú, comienzan a confesar que la mano del chef no era tan genial como antes aceptan.
El estilo de periodismo de Loret de Mola no es para todos. Tiene una agenda propia y su estilo no gusta a muchos; se podría decir que es un periodista de nicho. Tiene seguidores en un sector de la población, pero la gran mayoría no lo ve como una referencia; sin embargo, el descubrió la receta del chef. Al igual que el personaje de la serie, su virtud fue exponer las recetas de la cocina opresora. Su participación fue un pretexto para unir a los comedores de sopa que están hartos de las humillaciones
La falta de teflón cada vez será más evidente. Los deterioros más grandes siempre comienzan con una pequeña raspadura. La presidencia acabó con el teflón de tres años. Ahora se alista para usar litros de aceite que compensaran la falta de teflón. El aceite también se degradará hasta llegar al del peor tipo. La comida cada vez tendrá menor calidad; el restaurante no volverá a ser el amo dueño y señor del corredor gastronómico
Muchos creen que los movimientos del presidente están motivados por una agenda suprema. Nada es producto del azar y cada una de las palabras de López Obrador están fríamente calculadas para conseguir un objetivo. En lo personal creo que esto no es así. La mayoría de las intervenciones del ejecutivo federal son producto de la improvisación y del estómago. Genuinamente, el gobierno gira entorno de la mañanera. No existe ninguna otra plataforma sobre la cual se ejecuten las políticas públicas del país. La mañanera fue el teflón de López Obrador; tal vez el futuro de ese ejercicio sea chorrear aceite el resto del sexenio.
¿O usted qué opina amable lector? ¿seguimos comiendo las cocinadas en teflón o ya comenzamos a probar el aceite?