Otra vez Culiacán en las portadas, otra vez Sinaloa en el ojo del huracán. No hay semana en que no nos pongan como el epicentro de la desgracia, como si aquí no pasara nada más que balaceras y narcotráfico.
Y sí, la cosa está difícil, nadie lo niega. Hay una crisis de violencia que nos tiene con el Jesús en la boca, con negocios cerrando, con familias enteras pensando si se quedan o se van.
Pero lo que cansa, lo que indigna, es que nos quieran hacer ver como si aquí solo hubiera maldad, como si ser sinaloense fuera sinónimo de ser delincuente. Porque al final del día, ¿qué culpa tiene el pueblo trabajador de lo que está pasando? No es el agricultor, ni el maestro, ni el comerciante, el que anda con un rifle al hombro sembrando el miedo.
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No es la señora que se levanta a las 5:00 de la mañana para ir al mercado la que está en esas portadas que los medios nacionales publican con saña. No es el estudiante que sueña con un mejor futuro el que anda causando terror. Culiacán es mucho más que los titulares amarillistas.
Pero claro, eso no vende. Lo que vende son los enfrentamientos y las casas incendiadas. Hay gente que quiere más sangre y pareciera que algunos están ansiosos de que a Sinaloa le vaya mal.
No importa que aquí se produzca el mejor maíz, frijol, garbanzo, atún y camarón del país. No importa que las hortalizas cultivadas en esta tierra compitan en calidad e inocuidad a nivel mundial. Nada de eso importa si no hay una “balacera en Culiacán” en las portadas.
Y mientras tanto, ¿qué está haciendo el Gobierno Federal? Porque aquí no se trata solo de decir que la violencia es culpa del crimen organizado y ya. La crisis en la que estamos sumidos ha golpeado lo social y lo económico de una forma brutal. Los negocios que cierran no se vuelven a abrir tan fácilmente, los turistas que se espantan a lo mejor ya no regresan y las familias que han perdido a un ser querido no encuentran justicia.
Urge una estrategia real, con acciones de fondo, con apoyo a los sectores afectados, con atención integral a las víctimas. Urge que nos vean más allá de la violencia, que entiendan que Sinaloa no es un pueblo narco. Hay narcos en Sinaloa, claro que hay, como en todo el mundo. Y sí, han operado con impunidad, pero eso no nos define como sociedad.
Sinaloa no es solo violencia ni mucho menos un pueblo dedicado a la ilegalidad. Aquí, la principal vocación es la agricultura lícita, con más de un millón de hectáreas de riego que alimentan no solo a México, sino a muchas partes del mundo. El campo sinaloense es motor de la economía regional y el esfuerzo de sus trabajadores es lo que realmente define a este estado.
A los que nos miran desde afuera con dedo acusador, a los que solo buscan la nota roja y se olvidan de la gente de bien, habría que recordarles que Culiacán no es lo que ellos quieren contar.