Cuando matan a un periodista se golpea también a su familia, a sus amigos y a sus colegas, y sitúa en situación de mayor vulnerabilidad a la sociedad ante los excesos de cualquier poder.
Cuando matan a un periodista le truncan de esa manera todos sus anhelos, y con el crimen se le pega severamente a uno de los más sagrados derechos de la sociedad: el del acceso a la información.
Cuando matan a un periodista se genera una situación de terrible miedo, zozobra e impotencia en el gremio y en la sociedad.
Cuando matan a un periodista y prevalece la impunidad, se multiplica el riesgo para periodistas y medios que con seriedad e imparcialidad pretenden cumplir con su responsabilidad social.
Cuando matan a un periodista se golpea también el compromiso insoslayable de los comunicadores y de los medios, de mostrar una realidad aun cuando esta sea dolorosa.
Cuando matan a un periodista, se genera ese sentimiento aterrador que invade a millones de mexicanos que reprueban el crimen, reclaman justicia, exigen un alto a la violencia y demandan protección a los comunicadores.
Cuando matan a un periodista, invade el dolor y el desaliento, pero hace que crezca el compromiso de servir informando.
El domingo pasado asesinaron al periodista Omar Iván Camacho en Salvador Alvarado. Esa fue la noticia ayer. Cuando los periodistas son la noticia, regularmente no se trata de buenas noticias.
La certidumbre en el ejercicio periodístico es directamente proporcional al sentido de seguridad de la sociedad. Si ésta no se siente protegida por las instituciones del Estado mexicano, tampoco los periodistas tendrán condiciones seguras para cumplir con su trabajo. Entonces, no estamos bien en ese renglón.
Desde luego que no estamos bien. Los crímenes de periodistas ocurren porque hay impunidad, porque quien lo hace sabe que es remoto que el homicidio sea esclarecido y el responsable detenido y obligado a pagar por ello.
No es el de los periodistas un gremio que requiera trato privilegiado en materia de seguridad, pero el Estado mexicano debe entender que esa profesión conlleva riesgos mayores y en efecto de trata de un oficio de interés público.
Nuestro abrazo solidario a la familia y compañeros del periodista y la exigencia irreductible a la autoridad para que esclarezca el hecho, se castigue al o a los responsables y acabe la impunidad que cobija este tipo de hechos.