A lo largo de los años he tenido la oportunidad de entrevistar a un sinfín de políticas y políticos; a casi todos les hago la misma pregunta: “¿Por qué decidiste ingresar a la política?” La enorme mayoría, por no decir que todos, me han contestado (palabras más palabras menos): “Tengo una vocación de servicio y lo hago por apoyar a la gente”. La respuesta sale casi en automático de sus bocas. Conociendo su respuesta hago la siguiente pregunta: “Si tu vocación de servicio es tan grande ¿Por qué no participas en organismos que se dedican a apoyar a la gente (Cruz Roja, Banco de alimentos, ¿etc)?… Algunos contestan que esas agrupaciones ayudan a pocas personas, que ellos quieren ayudar a muchas más, que eso solo se consigue en la política. Otros tantos se quedan sin palabras, ante la pregunta balbucean alguna respuesta genérica.
Siguiendo con mis experiencias preguntonas, un cuestionamiento que me fascina realizar es el siguiente: “Señor o señora política, dado que a usted le encanta ayudar a las personas ¿Cuál es el número de ellas beneficiadas con sus apoyos (despensas, láminas, medicinas, etc.)?”. Por supuesto que responden inmediatamente con estadísticas precisas de cuántos apoyos han entregado. Hasta muestran sus tablas de Excel por colonia. La cosa se complica cuando hago la pregunta de seguimiento: “Excelente. Es usted muy ordenado en su trabajo; encantes ¿Me podría informar cuántas personas han dejado de pedir apoyos o salieron de sus beneficiados gracias a los éxitos que ha tenido al ejecutar el cargo?”. Se quedan mudos. No saben qué responder. Es muy cómico observar la cantidad de maromas que quieren dar para justificar el éxito en su trabajo traducido en la mejora de la vida de sus gobernados.
En mi experiencia personal, la mayoría de los y las políticas tienen buenas intenciones; sin embargo, están errados en su concepción de ayudar al prójimo. Consideran a la política como una forma de filantropía inmensa, en donde el dinero que no es de ellos lo pueden repartir a voluntad para ser considerados como los redentores del pueblo. Es por esa visión tan reducida del servicio público que consideran innecesario estar ligados a ideologías o causas comunes. La visión del Salvador de las masas está muy arraigada en la política mexicana. No quieren trabajar en construir, quieren tomar el dinero de otros para santificar su propia existencia.
El dinero para “ayudar” a la gente nunca sale de las carteras de los políticos. El dinero sale de impuestos, venta de bienes y servicios del gobierno o deuda. No hay más. Ninguna de esas tres opciones afecta de manera directa el patrimonio de los y las filántropas de ocasión. Repartir dinero se ha vuelto la única propuesta política para el electorado. Debido a esa situación, las personas ya no consideran importantes los servicios, la calidad en los sistemas de salud y educación pública. El dinero constante y sonante es la única ideología que vale en las urnas.
Este fenómeno lo entienden bien los changos mecateros. (Nota del autor. Chango Mecatero: dícese de aquel político o política que busca avanzar más rápido cambiando de liana antes de caer al suelo desde las alturas). Los macacos del Poder saben perfectamente que la gente ya no tiene mucho apego por la congruencia. El mito que los electores castigan a los changos mecateros cae por tierra cuando vemos la estadística electoral. Cada vez son más exitosos los candidatos que cambian de partido que los que se quedan mucho tiempo en un instituto político.
Como ejemplo, basta dar una mirada somera a nuestra fauna política para palpar el éxito que tienen al cambiar de partido sin pudor. López Obrador es presidente después de haber transitado por tres partidos políticos y ser candidato de cuatro más. Lo mismo aplica para Monreal, Ebrard, Durazo, Delgado, etc. Lo mismo sucede en las gubernaturas. Muchos de los actuales gobernantes en las entidades pasaron por las siglas del PRI, PAN y MORENA sin pagar consecuencia alguna con el electorado.
En el 2024 ya estamos viendo una manada de changos que vienen estirando sus brazos para colgarse a la liana más robusta que garantice “seguir ayudando a la gente”. Muchos de ellos tendrán enorme éxito en las urnas. Mientras tengamos un país en donde la mayoría considere que la única función de los servidores públicos es repartir dinero, los changos mecateros serán una especie dominante y cada vez con más presencia en las junglas electorales.
¿Usted qué piensa, amable lector? ¿El chango mecatero se extinguirá pronto o será la especie ubicada en el último escalón de la evolución por muchos años?