Desde el otora corazón Agrícola, Sinaloa se enfrenta a un horizonte económico incierto, marcado por las posibles repercusiones de los aranceles impuestos por Estados Unidos sobre nuestros productos agrícolas. Esta medida, si bien es una acción de política comercial, tiene el potencial de transformar el paisaje laboral de nuestra región de maneras devastadoras.
La agricultura no solo es el pulso de nuestra economía local; es el sustento de miles de familias. La imposición de estos aranceles podría traducirse en una disminución drástica de la demanda de nuestros productos estrella: tomate, pepino, berenjena y chile morrón.
Los datos son claros: Sinaloa representa el 89% de las exportaciones agrícolas de México a Estados Unidos, con un valor total de exportaciones agrícolas en 2023 de aproximadamente $4.19 mil millones de dólares. Con un arancel del 25%, podríamos enfrentar una pérdida directa de ingresos de hasta $1.05 mil millones de dólares anuales. Esto no es simplemente una amenaza a nuestros ingresos; es una amenaza directa al empleo. Los campos de cultivo, que son la fuente de trabajo para tantos, podrían ver cómo sus filas se reducen, no solo por temporadas, sino indefinidamente.
Pero no nos engañemos pensando que el impacto se limitará a los trabajadores del campo. El efecto dominó es real. La industria de transporte, la logística, las empresas de maquinaria agrícola, y hasta los pequeños comercios y restaurantes que dependen del bolsillo de nuestros agricultores, todos sufrirán. De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), la agricultura emplea directamente a cerca de 220,000 personas en Sinaloa. Sin embargo, el número de empleos indirectos, que incluye sectores como el transporte, la logística y servicios asociados, suma otros 175,000 empleos. Con la imposición de aranceles, se estima que el empleo formal en la agricultura podría reducirse en un 15%, lo que significa aproximadamente 33,000 empleos directos perdidos.
Además, debemos considerar el empleo formal. La presión económica podría empujar a las empresas a contratar de manera informal, disminuyendo la protección laboral y los beneficios para los trabajadores. En Sinaloa, el 70% de los empleos en la agricultura son formales, y cualquier cambio hacia el informalismo podría tener consecuencias sociales y económicas profundas. Según el Centro de Estudios Económicos del Sector Privado (CEESP), un incremento en el empleo informal podría aumentar hasta en un 20% en los próximos dos años si no se toman medidas correctivas.
Por otro lado, no podemos soslayar la incertidumbre que nos puede acarrear un tipo de cambio volátil. Un peso más débil frente al dólar puede ser beneficioso para los exportadores, ya que sus productos se vuelven más competitivos en mercados internacionales. Sin embargo, el costo de insumos importados, como fertilizantes y maquinaria, aumenta, lo que puede reducir márgenes de ganancia o incluso llevar a pérdidas si el incremento no es absorbido por el mercado. Además, la sequía y las heladas, agravadas por el cambio climático, complican aún más la situación al reducir la capacidad productiva y aumentar la dependencia de tecnologías y productos importados.
El turismo en Sinaloa, con destinos como Mazatlán, puede beneficiarse de un dólar fuerte, ya que atrae a más turistas internacionales que encuentran sus vacaciones más económicas. Sin embargo, un peso débil también puede desalentar el turismo nacional, ya que los mexicanos podrían preferir destinos más baratos o quedarse en casa si sus ingresos en pesos no alcanzan para viajes. No debemos olvidar que los turistas nacionales representan la mayor parte de los ingresos de esa actividad.
No podemos ignorar tampoco el impacto en el sector servicios. Con menos dinero circulando, nuestros negocios locales, que son el alma de nuestras comunidades, podrían ver sus puertas cerradas, dejando a más familias sin ingresos. Datos recientes del INEGI indican que el comercio y los servicios representan aproximadamente el 35% del PIB estatal, y una reducción en esta actividad podría llevar a una contracción económica significativa, aumentando las tasas de desempleo que actualmente rondan el 4.3%.
Sin embargo, en medio de esta tormenta, hay un rayo de esperanza. Esta crisis podría ser el catalizador para que Sinaloa mire hacia nuevos horizontes económicos. La diversificación hacia sectores menos vulnerables a los aranceles, como la industria tecnológica o el turismo, podría ser nuestra salvación a largo plazo. Pero esto requiere de nosotros una adaptación rápida, inversión en educación y un apoyo robusto de nuestras autoridades y empresas para capacitar y reubicar a nuestra fuerza laboral.
Los aranceles son más que una política comercial; son una prueba para nuestra resiliencia como comunidad. Afectarán el empleo, sí, pero también nos ofrecen una oportunidad para reimaginarnos. Debemos actuar con urgencia y solidaridad, para que Sinaloa no solo sobreviva a esta crisis, sino que emerja más fuerte y diversificada.
¿Usted qué opina, amable lector? ¿Qué tanto cree nos puedan afectar los aranceles?