El América ha hecho historia. Con su tricampeonato en torneos cortos se convierte en el primer equipo en ganar el título treces veces consecutivos, tal vez para muchos no con todo el merecimiento y para otros con logros legítimos. Es a conveniencia de quien lo ve, y es polémica.
Alguien dijo por allí que las Águilas se transformaron en el animal de la liguilla. Tendría razón o no, pero el conjunto capitalino se encargó, primero, de pulverizar todos los pronósticos y, segundo, borrar del mapa a quienes le superaron en la tabla general y puntos, como Cruz Azul y Toluca, el 1 y 2 a los que se enfrentó previamente para instalarse en la gran final contra Monterrey.
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Su temporada regular no fue buena. Digamos que, de regular a mala, porque sobre el camino sufrió tropezones, inconsistencia y sobre todo humillaciones, como las goleadas que la Máquina y los Choriceros le aplicaron, a tal grado de que “los especialistas” hablaron, en ese momento, de una debacle, de problemas internos, de baja de juego y hasta de que su entrenador André Jardine se jugaba el pellejo si no los llevaba a tierra firme.
Pero el calendario regular es una cosa y la liguilla es otra. Fue en esta última donde el América apretó tuercas y cinturones. Primero consiguiendo su boleto a cuartos en el remedo de “play inn” ante Tijuana, para dar dos golpes de autoridad eliminando a Toluca y Cruz Azul, aquellos que provocaron la supuesta debacle con sus escandalosas goleadas.
Jardine aprendió a jugar liguillas desde que llegó a México. En esa etapa el brasileño sabe cómo mover sus piezas y destantear al rival. Ya lo dijo el ahora ex entrenador de Toluca, Renato Alves Paiva, quien tuvo el atrevimiento de señalar que André le “hizo trampa”, solamente porque cambió su sistema de juego para esos dos partidos.
Es decir, Pavia lo había estudiado y planteó una estrategia para enfrentar esos compromisos, que no le resultaron. De eso se trata este jueguito, de saber cómo plantear los juegos y cómo colocar sus piezas sobre la cancha.
Contra el Cruz Azul hizo también movimientos estratégicos. El rival lo estudió de una forma y Jardine respondió con cambios, como el de Richard Sánchez que casi no tenía actividad y que terminó convirtiendo par de pinceladas de goles tanto ante la Máquina como con los Rayados.
A los Cementeros les quisieron etiquetar como campeones al término el rol regular por el papel cincelado. Pero sobre este equipo pesa una especie de maldición, que en las liguillas nada más topa con pared. Como dicen por allí; la volvió a “cruzazulear”. Nada nuevo en ellos.
El América ha escrito una historia que puede ser de época con este tricampeonato.
Ahora nos preguntamos: ¿podrá con un Tetracampeonato? De hacerlo, aumentará el “Ódiame más” y provocará bilis en más de miles, y tal vez hasta en millones de aficionados.