Años y años de vivir en una narcocultura nos tiene en este atolladero. Ya son varias generaciones de sinaloenses que abrazaron la cultura de las balas y la muerte como una forma de expresión cultural. El resultado es la normalización de la violencia y, para algunos, la aspiración de vida más importante.
La solución no es fácil; sin embargo, atender las causas va más allá de ofrecer dinero a través de programas sociales. El diagnóstico es incorrecto para los que piensan que la pobreza es la principal causa de reclutamiento de los jóvenes de parte de los grupos criminales. El reclutamiento es posible a muchas variables. Una de las más importantes es la compenetración cultural que tienen las nuevas generaciones con todo lo que tenga que ver con el mundo del crimen organizado.
La violencia que hoy azota a Sinaloa es un reflejo amargo de decisiones pasadas. Durante años, nuestra sociedad, en un intento por mantener la paz aparente, miró hacia otro lado ante la creciente influencia del narcotráfico. La complacencia se convirtió en nuestro peor enemigo, y hoy pagamos las consecuencias.
Recuerdo cuando la música “alterada” recién llegaba a los antros de moda. Era una novedad que rápidamente fue abrazada entre los jóvenes. La música dio paso a otro tipo de expresiones. Después se puso de moda todo lo que tuviera que ver con el mundo del narco. Las pláticas entre estudiantes de preparatoria giraban sobre qué grupo criminal era más “Pesado” y quien tenía más amigos en ese mundo. Por desgracia, las platicas no se quedaron entre los estudiantes. Esas conversaciones sociales escalaron a todos las edades y estratos sociales. Las reuniones de convivencia tenían el componente de la presunción (verídica o no) del número de conocidos que podrías tener en ese mundo.
Hoy, nuestros hijos viven atemorizados, las calles son inseguras y el tejido social está roto. Es hora de reconocer que la complacencia fue un error fatal. Debemos exigir a nuestras autoridades que cumplan con su deber y trabajen en conjunto con la sociedad civil para construir un futuro más seguro.
La lucha contra el crimen es un desafío complejo que requiere de un enfoque integral. Además de combatir a los criminales, debemos invertir en educación, generar oportunidades de empleo y fortalecer las instituciones. Solo así podremos romper el ciclo de violencia y construir una sociedad más justa y equitativa.
La narcocultura, con su glamorización de la violencia y el crimen, se ha infiltrado en los rincones más profundos de nuestra sociedad. Es hora de desenmascarar esta falsa realidad y construir un futuro libre de su influencia. Pero, ¿cómo lograrlo?
Tenemos que encontrar alternativas a las narrativas de éxito. Las juventudes necesitan aspirar a algo. Encontrar modelos a seguir desde condiciones más sanas. El deporte es una excelente alternativa. Las propias expresiones musicales pueden servir de contrapeso al mundo de los “arremangados”. Invertir en infraestructura escolar, programas de prevención y capacitación docente para identificar y abordar las señales de riesgo. Tener una currícula crítica: Incorporar temas de ciudadanía, valores, derechos humanos y prevención de la violencia en todos los niveles educativos. En el tema de la nutrición está teniendo algo de éxito hablar a los niños desde el kínder de la satanización de los productos chatarra; lo mismo puede hacerse con temas de violencia.
Urge generar oportunidades para todos. Brindar apoyo y capacitación a jóvenes emprendedores para que puedan desarrollar sus propios proyectos y generar ingresos. Los Medios de Comunicación necesitan replantearse sus posesos al abordar estos temas. Construir una narrativa diferente. Promover espacios de diálogo y reconciliación entre las diferentes comunidades.
Llevar estos debates a las comunidades. Platicar con ellos desde los lugares más violentados. Escuchar a la población en asambleas abiertas para entender el problema desde su perspectiva y juntos tomar acuerdos.
Erradicar la narcocultura es un desafío complejo que requiere de un esfuerzo conjunto de todos los sectores de la sociedad. Al invertir en educación, generar oportunidades, fortalecer las instituciones, promover la cultura de paz y fomentar la reinserción social, podemos construir un futuro más seguro y próspero para todos.
Siempre he dicho y lo sostengo. Las propuestas se ofrecen desde espacios de Poder. No hay forma que una propuesta prosperar si no tienes acceso a los lugares de toma de decisiones. En este caso, es ingenuo pensar que las propuestas de alguno de nosotros puedan ser consideradas; sin embargo, podemos generar una especie de catarsis colectiva al plasmar lo que nos gustaría para el futuro de nuestras ciudades. Por lo menos comenzar a aceptar que somos parte del problema al tolerar la cultura de muerte entre la que vivimos.
¿Usted qué opina, amable lector? ¿Qué otras alternativas considera?