Todo lo que he leído de Irene Vallejo no tiene desperdicio. Sus artículos semanales publicados en periódicos de Europa y replicados en México son una delicia. Su libro El infinito en un junco pasará a la historia. Algunos de ellos han sido recopilados y ya se han publicado formando libros, es el caso del libro Alguien habló de nosotros, de Ed. Debate.
La habilidad para relacionar el presente con sucesos que se dieron en la Antigua Roma y Grecia es magistral. Nos motiva a leer textos ya olvidados, y a buscar nuevos textos que desconocíamos sobre esa época. Sus textos hacen que la curiosidad nazca, y que personajes como Darío, Alejandro Magno, Ptolomeo regresen a nuestra memoria, y que queramos saber más y más de ellos.
Del libro Alguien habló de nosotros, extraigo partes de algunos artículos que considero importantes, espero que sean de su agrado.
FILOSOFÍA
Continúa el trabajo de demolición, las reformas al sistema educativo arrinconan a la enseñanza de la filosofía. Nuestros legisladores parecen pensar que solo un reducido grupo de especialistas necesitan ejercitar el pensamiento crítico, entender el mecanismo del poder, descubrir las falacias con las que intentan engañarnos o afrontar la dificultad de vivir, envejecer y morir.
En realidad desterrar la filosofía del recorrido educativo nunca es inocente. Quienes deciden este exilio pretenden que caminemos más dóciles y sonámbulos por la ruta de los días.
Los romanos que podían permitírselo tenían un filósofo doméstico en sus hogares. Solicitaban su ayuda para educar a los hijos, para aprender a lanzar grandes discursos o cuando se enfrentaban a una situación difícil.
FRÁGIL DEMOCRACIA
En la antigüedad la democracia ateniense duró, con intermitencias, apenas dos siglos. Vivió su apogeo en el gobierno de Pericles. En uno de sus discursos, recogido por Tucídides, Pericles definió las cuatro cualidades que, a su juicio, debía poseer el buen gobernante: primero, tener idea sobre lo que conviene hacer; segundo, saber explicarlas con claridad para convencer; tercero, ser amante de la ciudad; y cuarto, no aceptar sobornos.
Lo argumentó de una forma que es vigente: El que sabe y no lo explica con claridad es igual que si no lo hubiera pensado; el que tiene ambas cosas, pero no ama la ciudad, no mira por el bien de la comunidad; y, si se doblega al dinero, todo se pierde por esa sola razón.
POPULISMO
En general se utiliza para desacreditar al adversario, acusándole de tácticas manipuladoras: liderazgo carismático, retórica agresiva, política-espectáculo y el señuelo de promesas irrealizables.
Su origen se remonta al populus de Roma. En la convulsa República surgieron líderes partidarios del pueblo -entre ellos los Gracos o Julio César- que, dando poder a las asambleas y magistraturas de la plebe, pretendían aprobar reformas destinadas a un reparto más justo de la tierra, el alivio de las deudas y mejores condiciones de vida para los más pobres. Sus violentos contrincantes fueron los optimates, el grupo más conservador de la aristocracia, que quería mantener a la plebe como simple espectadora de la política.
Los candidatos en campaña se empeñan en decir lo que la gente quiere oír: los métodos demagógicos, y no las ideas, provocan la impopularidad del populismo.
DE BUENA TINTA
Leer nos ayuda a hablar. Gracias a la lectura conquistamos habilidad verbal y abundancia. Así nuestras ideas, llevadas por un impulso fácil, se transforman más ligeras en palabras. “Los libros hacen los labios”, escribió Quintilano hace unos veinte siglos, con el aval de una larga trayectoria. Trabajó durante veinte años en Roma como maestro de retórica, es decir, como experto en el uso de palabras certeras y poderosas. Su profesión le hizo comprender que en lo leído está el vocabulario de nuestras propias vidas.
El filósofo Séneca encontraba otras ventajas. Pensaba que amplían nuestro tránsito vital, porque quien lee añade a su vida la de todas las épocas, y de esa forma miles de años de conocimiento se funden con el suyo.
A través de los libros entendemos los motivos propios y ajenos y estamos mejor situados para descifrar el mundo. La lectura nos vuelve curiosos, pero no crédulos: también de ese peligro nos libran los libros.