El caso de Abril, la joven asesinada en una tienda Oxxo en Mazatlán, pinta de manera muy desgarradora y dramática la tragedia de la inseguridad y estado de indefensión en la que nos encontramos los sinaloenses ante la delincuencia.
¿Qué decirle a la familia de Abril, a la sociedad, agraviada por la inseguridad, para que confíe en las instituciones y sienta el cobijo del gobierno, la elemental protección del Estado a las personas y los bienes que posee, por modestos que estos sean?
Hay información en el sentido de que el autor del crimen de la joven mazatleca fue detenido, lo que es loable. Pero eso no cambia mucho la percepción de la alta impunidad que arropa a los delincuentes y que incentiva la comisión de más delitos.
Todos los crímenes, pero más aquellos fatales en contra de hombres y mujeres de bien, trabajadores, productivos y participativos, ponen en evidencias las fallas en la prevención, disuasión e investigación del delito y en la judicialización y penalización de los responsables de esos ilícitos.
No se han tenido las estrategias adecuadas. Se ha fracasado en las medidas implementadas, los delitos siguen, las policías están menguadas y superadas, cuando no infiltradas por la delincuencia.
Lo mismo matan a un reconocido empresario mochitense en Culiacán, que secuestran y asesinan a un comerciante en Juan José Ríos o quitan la vida a una modesta empleada en Mazatlán o a un joven durante un asalto en Culiacán. Y los otros muertos y desaparecidos de todos los días.
Las cosas no van bien en la estrategia que se sigue para brindar seguridad a los ciudadanos. La sociedad se siente vulnerable y está temerosa pese a las estadísticas que presumen avances en la materia.
No son simples números. Cada muerte violenta de un ciudadano es una tragedia, una gran pérdida, luto y dolor para su familia, genera tremenda impotencia e incrementa la certeza de que se está fracasando en materia de seguridad.
No es tiempo de súplicas al delincuente para que se porte bien o de pedirle a sus madres que los regañen para que lo hagan. Es el momento de rediseñar lo que se tenga que rediseñar, fortalecer la educación, los valores, dar opciones a los jóvenes, preparar mejor a los policías, entre muchas cosas más.