Hoy estamos exactamente a siete meses de las elecciones 2021 y en Sinaloa a Morena le va excelente en las encuestas, con grandes posibilidades de ganar el estado. Pero a sus opositores no les va tan mal. No están cruzados de brazos ni están muertos, como muchos quisieran.
No es como para echar las campanas al vuelo. Todos los partidos tendrán desprendimientos en estos meses, pero los pleitos internos de los morenistas, que no acaban, podrían tener una influencia muy importante si no los procesan.
Las expresiones de que van a aplicar la misma dosis del 2018 al PRI y que van a arrasar, no tienen más sustento que los buenos deseos de que las cosas se den igual que como se dieron en ese proceso de quienes las emiten.
Pero ahí está Coahuila, un estado con una lista nominal muy similar a la de Sinaloa, y el resultado que allá se tuvo este año, para que no den nada por sentado y se pongan a trabajar.
Claro que la derrota propinada por Morena y sus aliados al PRI en Sinaloa en 2018 fue más contundente que la que le dio en Coahuila. Pero la que le aplicó el PRI a Morena este año debe ser motivo de mucha reflexión.
Ahora están las confrontaciones a todo lo que da al interior de Morena, y la incursión de aspirantes que les son ajenos, o cuando menos lejanos a los morenistas, ahonda más el malestar de los militantes y simpatizantes.
Y faltan los rompimientos más fuertes al momento de la designación de los candidatos, pues son muchos los que con todo el derecho, pero con nada o muy pocos méritos, se están apuntando porque ven “muy bajita la barda” ante la arrasadora victoria morenista de 2018. Piensan, o les conviene pensar, que las cosas van a ser iguales en 2021.
Es difícil, pero tienen siete meses para hacer su trabajo. Sus opositores ya lo están haciendo.