En 2024 el PRD se juega la última carta, su dirigente nacional, Jesús Zambrano y el Consejo Político nunca dudaron que la única vía para la sobrevivencia sería aliándose con el PAN y el PRI, se aferran a una tabla de salvación. La intención perredista es pedirles a sus aliados los distritos más rentables para alcanzar el 3% de la votación. El gran problema es que, para el partido del sol azteca, no hay entre los 300, un solo distrito que les garantice un triunfo a ojos cerrados.
La elección que verdaderamente le importa al Partido de la Revolución Democrática es la de diputados federales por el principio de mayoría, ahí y no en la presidencial es en donde se juegan su futuro. Incluso, aun en el -por ahora- remoto caso de que el Frente Opositor diera un campanazo en la elección del Poder Ejecutivo, si los amarillos no consiguen el mínimo de votos perderán inmediatamente el registro. En la pasada elección, el PRD por sí solo no pudo conseguir ningún distrito electoral de mayoría. De los 15 diputados que actualmente forman el grupo parlamentario, solo 7 llegaron por mayoría como abanderados de la alianza u otros partidos políticos y 8 por los mendrugos del reparto plurinominal.
De 300 distritos que tiene el país, el PRD conserva 7. El Distrito 18 de la Ciudad de México correspondiente a la alcaldía de Iztapalapa, el 12 de la Cuauhtémoc también en la Ciudad de México correspondiente a las colonias Roma, Condesa, Doctores, Obrera y puntos céntricos de la capital del país. En Guerrero, el PRD ganó en el distrito 6 de Chilapa. En Michoacán tienen el distrito 11 con cabecera distrital en Pátzcuaro, el 2 con cabecera en Puruándiro un bastión amarillo desde 1994 y el 12 de Apatzingán en donde el diputado cambió del PT al PRD. Situación parecida a lo sucedido en el distrito 4 de Cancún, Quintana Roo, en donde la Diputada Federal por Morena cambió de partido para sumarse al PRD a fin de abanderar la candidatura a la gobernatura que perdió. Es decir, distritos puramente perredistas apenas 4.
En suma, el PRD alcanzó en 2021 la cantidad de 1.8 millones de votos, que representó el 3.64% de la votación total. Agarrándose con las uñas al umbral mínimo de representación para mantener el registro. Varios analistas consideran que la elección de 2024 será la última del PRD, pues las diversas casas encuestadoras lo ponen con preferencias del 1% y 2% a nivel nacional y la coyuntura electoral en el reparto distrital del Frente Opositor no será benéfica para ellos.
La desaparición del PRD se explica en el corporativismo tribal de sus grupos y el fallido intento por mantenerse como una opción de “izquierda” sumándose de lleno a sus enemigos del pasado -el PAN y ahora el PRI-. El PRD se definía como un auténtico partido de ideologías y al entregarse a la alianza su discurso quedó huérfano. Nadie puede explicar como un partido de “autentica” izquierda, que nació como el ala “democratizadora del PRI” regresa, treinta años después, a sumarse a los partidos que juraron vencer y que, durante décadas, criticaron ferozmente.
Esa falta de identidad, sumada a la rapiña de los grupos internos en cada una de las entidades federativas ha dado como resultado la profunda crisis del PRD. Las dirigencias estatales -o lo que queda de ellas- invitan a la ciudadanía a participar en las candidaturas de su partido, pero se pelean como hienas los espacios para encabezar las plurinominales en las regidurías y las diputaciones locales y federales. El ciudadano pone el prestigio, el recurso económico y los votos, mientras que las tribus disponen de las cosechas vía plurinominales. Más allá de las cúpulas partidistas, los militantes y simpatizantes de los partidos que conforman el Frente Opositor se preguntan ¿Por qué debemos cargar con las rémoras y compartir los espacios que numéricamente no merecen? Como dijo una consejera del PAN: ir con el PRD es cargar en hombros el ataúd de un muerto. Luego le seguimos…