Hace tres décadas una tranquila ciudad del centro del país se estremeció al conocer el caso de Mijangos, a la que nombraron “La Hiena de Querétaro”. Ella asesinó a puñaladas a sus hijos: dos niñas de 11 y 9 años, y un niño de 6.
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El filicidio ocurrió durante la madrugada dentro de una casa en una colonia de clase media en la ciudad de Querétaro. Los peritos indicaron que fueron al menos 3 horas las que duró el ataque contra los menores.
Al cumplirse la sentencia, Claudia Mijangos recobra su derecho a libertad, sin embargo, debido al dictamen que se hizo sobre el caso, ella no podrá salir del hospital psiquiátrico, donde pasó más de la mitad de su condena, si no hay nadie que acuda a firmar un documento donde se haga responsable de ella, y lo que pueda hacer.
Horas antes, en la noche del 23, Claudia Mijangos había llamado a su amiga Verónica Vázquez para decirle que escuchaba y veía cosas: ángeles y demonios que le habían advertido que Mazatlán se “había caído” y que “todo Querétaro era un espíritu”.
Vázquez le dijo que se tranquilizara, que todo estaba bien y que al otro día por la mañana iría a visitarla.
Cuando llegó aproximadamente a las 8 de la mañana, a la casa marcada con el 408 de la calle Hacienda Vegil, de la colonia Jardines de la Hacienda, vio una escena dantesca.
A la mañana siguiente, en el interior de la casa se presentaba una escena que parecía sacada de una película de horror. El piso de la sala y las escaleras que iban hacia la planta alta estaban manchadas de sangre, al igual que el pasillo entre la recámara principal, la recámara del pequeño Alfredo, la recámara de las niñas y el baño.
Los investigadores afirman que por lo menos había 10 litros de sangre distribuidos por la casa. La puerta de la alcoba estaba entreabierta y el cuadro que se ofrecía a los ojos era aterrador.
En la esquina de la recámara, sobre un sillón: dos cuchillos de cocina, uno de 40 centímetros y el otro de 33 centímetros, ambos con cachas de madera en color café, limpios. Un tercer cuchillo de 31 centímetros se halló en la recámara de las hermanas Claudia María y Ana Belén, caído sobre la alfombra y lleno de sangre.
Las paredes ensangrentadas le advirtieron que algo estaba muy mal, caminó por la casa y se encontró con el cuerpo de Alfredito de 6 años de edad. El hijo menor de Mijangos quedó a la mitad de las escaleras con un charco de sangre alrededor.
En las paredes había huellas de manos y en el piso charcos de sangre. Al ver la horrible escena Vilchis llamó a la policía y al padre de los niños, Alfredo Castaños.
Un día antes Castaños había llevado a una kermés escolar a sus 3 hijos, al terminar el evento los había regresado a la casa donde vivían con su madre y él se retiró. Desde hace meses Claudia y Alfredo se encontraban en un proceso de divorcio, por eso ya no compartían casa.
Los peritos encontraron dos cuerpos más en la vivienda, el de Claudia, la hija mayor de 11 años y el de María Belén de 9.
A María Belén la encontraron en su habitación apuñalada en numerosas ocasiones, al lado, su madre estaba dormida con sangre en la ropa y con un cuchillo junto a ella.
Al llegar los policías la despertaron y la enviaron al hospital por estado de shock que presentaba. En el hospital, después de horas cuando despertó, agentes ministeriales empezaron a preguntarle qué había pasado. Ella solo decía que tenía que ir por sus hijos a la escuela, que la dejaran ir.
Mientras tanto, las autoridades retuvieron a Alfredo Castaños creyéndolo responsable de los hechos en un principio. Declaró lo que él sabía.
Tras las investigaciones se apreciaron los problemas psicológicos que presentaba, por lo que se determinó, tras algunos estudios, que en el momento de la tragedia Claudia Mijangos se encontraba en medio de un episodio psicótico.
Con información de Infobae