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Internacional

Una familia mexicana en la zona de guerra

Los Asher hicieron muchos esfuerzos para hacer una nueva vida de trabajo en Israel

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Ashdod.- Cuando los mexicanos Rosy (52 años) y Jaime (63) Asher llegaron a Israel hace casi cinco años con sus dos hijos, Enrique (17) y José (13), sabían que trabajarían duro para salir adelante. Tras unos años de probar suerte en Estados Unidos y decidir finalmente, por su condición judía, venir a Israel, iniciaron una nueva vida luchando a pulmón para abrirse camino.

Nunca les amedrentó el esfuerzo de trabajar a cualquier hora y también hoy, además de vender comida mexicana
que Rosy prepara y que Jaime viaja a entregar a diferentes partes del
país, él tiene un trabajo de guardia y ambos juntos hacen repartos de
varias florerías y traslados, más que nada de gente mayor para la que un
taxi es demasiado costoso.

Pero vivir en guerra… eso ya es otro tipo de esfuerzo para el que no
estaban preparados… y que en la última semana les ha infundido mucho
miedo. Rosy y Jaime reciben a la corresponsal en la casa que alquilan en
Ashdod. Su hijo menor no está. “Es impresionante -dice Jaime- para
distender un poco a los niños, la propia municipalidad se los llevó a
todos de paseo al norte por dos días… ellos pagan todo… algo que
sólo Israel haría, impresionante”.

Ahora pueden respirar aliviados, pero cautelosos y bastante escépticos.
“Esperemos que esto dure, pero nadie puede asegurarlo”, dice Jaime. La
familia apuesta: “¿Cuánto tiempo no nos dispararán?”, dice Rosy. “¿Seis
meses?”, se pregunta, mucho más optimista por cierto que su esposo, que
no le da más de tres semanas. “Esta vez fue muy duro, realmente”, dice
Jaime. Muestra el balcón al que salía al principio a ver cómo el sistema
defensivo “Cúpula de hierro” interceptaba en el aire a los misiles Grad
salidos desde Gaza.

Hasta que un misil que no logró ser derribado por la “Cúpula de hierro”
cayó a muy poca distancia de su edificio. “Ahí no salimos más, corríamos
siempre al refugio. Ahí sí que sentimos miedo… un miedo que ya no se
fue”, cuenta Rosy.

El refugio no está dentro de su casa sino que hay uno por piso, por lo
cual era sitio de encuentro de todos los vecinos. Alguien tiene allí
valijas guardadas, colchones apilados… Se nota que estuvo en uso
diario, ya que hay sillas ordenadas…

Por ahora, pueden resumir todo con una sonrisa. Pero no olvidarán lo
vivido. “Te marca, te queda, esto no se te borra en tu vida. No me puedo
olvidar de lo de hace cuatro años, en otra seria escalada, pero esto
fue mucho peor”. La ampliación de la zona alcanzada por los misiles, no
agregó calma a nadie. Un día en que viajaron a Tel Aviv a hacer la
entrega de un pedido de comida mexicana, comenzó a sonar allí la alarma.
“Pensé: me persiguen hasta aquí”, comenta Rosy, ahora con una sonrisa.
“Es que uno no sabe nunca adónde va a caer y qué va a pasar”, agrega él.
WM

Fuente: Internet

Fotografía de perfil de Liz Douret

Liz Douret

Editor de Contenidos

Liz Douret

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