Polonia espió por años a Juan Pablo II

?Ciudad del Vaticano.? Más de 32 años de espionaje comunista contra Karol Wojtyla, desde que era seminarista hasta poco antes de ser elegido Papa, quedaron plasmados en un libro apenas publicado en Polonia y basado en documentos inéditos. Bajo el título Hacia la verdad y la libertad. Los órganos de seguridad comunistas y Karol Wojtyla, el texto fue editado por la casa Wam, de los jesuitas de Cracovia, como el tercer volumen dedicado a los “indómitos”, opositores a la dictadura roja. El escrito evidenció que entre 1946 y 1978 los órganos de policía polacos espiaron cada movimiento y discurso del clérigo, usando infiltrados que lograron ingresar en sus habitaciones incluso después que se convirtió en obispo. La mayoría de los informadores fueron reclutados entre el clero, primero con la fuerza y después con la promesa de recompensa o por debilidades de tipo sexual. Unos pocos pensaron que sus acciones de espionaje ayudarían a la relación Iglesia-Estado. Los dobles agentes fueron controlados por la IV División del Ministerio del Interior, encargada de vigilar a los hombres de la Iglesia. De los archivos de la SB, el servicio de inteligencia polaco durante la guerra fría, surgió con claridad que el régimen comunista intuyó demasiado tarde la verdadera “peligrosidad” del futuro papa Juan Pablo II. La primera ficha de la policía secreta data de mayo de 1946 cuando Wojtyla, todavía seminarista, fue identificado entre los miembros de la organización estudiantil Socorro Fraterno (“Bratia Pomoc” en polaco) durante una actividad cultural patriótica. La vigilancia sobre él se volvió constante a partir de 1952 cuando el gobierno de Varsovia lanzó una campaña anti-religiosa que culminó con la internación del cardenal Stefan Wyszynski, así como los arrestos de muchos sacerdotes Inquietud de Wojtyla En un reporte de la SB del 2 de octubre de 1953 quedó consignado el relato de una declaración de un Wojtyla preocupado: “Estoy listo para lo peor, sobre todo porque muchos sacerdotes no esconden la voluntad de colaborar con el régimen”. “Nos esperamos una fuerte infiltración entre nuestros seminaristas y por tanto debemos vigilar, justamente como hacen nuestros adversarios”, dijo el joven sacerdote. En 1958, con sólo 38 años, se convirtió en obispo y los confidentes de los servicios de inteligencia subrayaron que su nombramiento “no fue recibido con satisfacción” por el clero. En los informes recordaron que el nuevo prelado continuaba a presentarse con una sotana vieja y gastada, se dice que daba todo a los pobres a tal punto que alguno organizó una colecta para comprarle un traje nuevo. Más tarde, en 1964, cuando fue designado arzobispo de Cracovia, lo describieron como “moderado, un poco agresivo, que quiere evitar el conflicto” pero hicieron notar que “sus discursos públicos insisten sobre los derechos sociales y contienen conceptos filosóficos que son muy difíciles de entender”. Inicialmente se le consideró como un “intelectual abstracto” y por tanto “no peligroso”, hasta que encabezó un movimiento por la construcción de una iglesia en el barrio obrero de Nowa Huta o cuando lanzó una batalla por la libertad de educación