Vaticano.- En el umbral del ocaso de su vida terrenal, el Papa Francisco dejó un testamento lleno de humildad y profundo significado espiritual. En él expresó su última voluntad referente al lugar de su sepultura, manifestando su fervorosa esperanza en la Vida Eterna.
Francisco confió su vida y ministerio sacerdotal y episcopal a la Madre de Nuestro Señor, María Santísima. Por ello, pidió que sus restos mortales descansen en la Basílica Papal de Santa María la Mayor, un santuario mariano que visitaba para orar al inicio y al término de cada Viaje Apostólico, entregando sus intenciones a la Madre Inmaculada.
El pontífice solicitó en su testamento que su tumba sea sencilla, sin decoraciones especiales, ubicada en un nicho de la nave lateral entre la Capilla Paulina (Capilla de la Salus Populi Romani) y la Capilla Sforza, con la única inscripción: Franciscus. Asimismo, indicó que los gastos de preparación de su sepultura sean cubiertos mediante una suma previamente designada a este propósito.
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En su testamento, Francisco ofreció las últimas etapas de sufrimiento de su vida al Señor, con el deseo de contribuir a la paz mundial y la fraternidad entre los pueblos.
Con este gesto, dejó un mensaje que trasciende las fronteras religiosas, consolidando su legado como un líder espiritual comprometido con los valores de justicia, solidaridad y humildad.
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Aquí te compartimos el texto íntegro:
“En el Nombre de la Santísima Trinidad. Amén.
Sintiendo que se acerca el ocaso de mi vida terrenal y con viva esperanza en la Vida Eterna, deseo expresar mi voluntad testamentaria únicamente en lo que respecta al lugar de mi sepultura.
Mi vida y mi ministerio sacerdotal y episcopal los he confiado siempre a la Madre de Nuestro Señor, María Santísima. Por ello, pido que mis restos mortales descansen, esperando el día de la resurrección, en la Basílica Papal de Santa María la Mayor.
Deseo que mi último viaje terrenal concluya precisamente en este antiquísimo santuario mariano, donde acudía para la oración al inicio y al término de cada Viaje Apostólico, confiando con plena fe mis intenciones a la Madre Inmaculada y agradeciéndole por su cuidadosa y maternal atención.
Pido que mi tumba sea preparada en el nicho de la nave lateral, entre la Capilla Paulina (Capilla de la Salus Populi Romani) y la Capilla Sforza de la mencionada Basílica Papal, como se indica en el anexo adjunto.
La sepultura debe estar en la tierra; sencilla, sin decoración especial y con la única inscripción: Franciscus.
Los gastos para la preparación de mi sepultura serán cubiertos con la suma proporcionada por el benefactor que he dispuesto, destinada a transferirse a la Basílica Papal de Santa María la Mayor. He dado las debidas instrucciones a Mons. Rolandas Makrickas, Comisario Extraordinario del Capítulo Liberiano.
Que el Señor otorgue la merecida recompensa a quienes me han querido y continúen orando por mí. La sufrimiento presente en la última etapa de mi vida lo ofrezco al Señor por la paz en el mundo y la fraternidad entre los pueblos”.
