Estados Unidos. Desde el domingo pasado la atención del mundo se volcó en saber más acerca del submarino Titán, mismo que desapareció en su viaje hacía los restos del Titanic, y del cual se informó hoy sobre una “implosión catastrófica”, y por tanto dan por muertos a los pasajeros del sumergible.
Aún en el proceso de búsqueda, sin conocer el desafortunado destino de la cápsula, Arthur Loibl, quien se dice ser aventurero –de origen alemán- y empresario retirado, de 61 años de edad, contó sobre su experiencia, pues años atrás fue uno de los primeros clientes de OceanGate Expeditions; precisamente para este viaje al fondo del mar para ver lo que quedó del Titanic.
El hombre describió la inmersión que hizo en el lugar hace dos años como una “operación kamikaze”, es decir, refiriéndose a un acto suicida.
“Hay que estar un poco loco para hacer esta clase de cosas. (…) Imagine un tubo de metal de unos pocos metros de largo y una placa de metal como suelo. No se puede estar de pie. No se puede estar de rodillas. Todo el mundo se sienta cerca o encima de otro. No se puede ser claustrofóbico”.
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Contó que primeramente una compañía rusa ofrecía inmersiones por medio millón de dólares, pero enseguida apareció OceanGate, que cobraba 100 mil dólares; así que Arthur pagó esa cantidad por una inmersión en 2019, pero ésta se canceló cuando el primer sumergible no resistió las pruebas previas.
Dos años más tarde logró participar en la travesía, que afortunadamente fue un éxito, y lo hizo junto al director general de OceanGate Stockton Rush, el buzo francés y experto en el Titanic Paul-Henry Nargeolet y dos hombres ingleses.
En su experiencia, dijo, durante las 2.5 horas de ascenso y descenso se apagaron las luces para conservar energía, y toda la iluminación procedía de una varita fluorescente. La inmersión se retrasó varias veces para arreglar un problema con la batería y el lastre de equilibrio y en total, el viaje tomó 10.5 horas.
“Viéndolo ahora, fui un poco inocente. (…) Era una operación kamikaze”.