Roma. Con el fallecimiento del Papa Francisco a los 88 años de edad, el Vaticano activa el protocolo milenario que marca el inicio del proceso para elegir a su sucesor. Jorge Mario Bergoglio, el primer pontífice latinoamericano y jesuita en la historia de la Iglesia Católica, murió tras sufrir complicaciones derivadas de una neumonía bilateral, que agravó un ya frágil estado de salud.
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Como dicta la tradición, el cuerpo del Papa será expuesto en la Basílica de San Pedro para recibir el último adiós de los fieles, mientras el Decano del Colegio Cardenalicio preside una solemne misa. Posteriormente, el camarlengo, figura clave durante el periodo de sede vacante, inicia los preparativos para el cónclave. Este deberá celebrarse entre 15 y 20 días después del fallecimiento del pontífice.
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La Capilla Sixtina será nuevamente testigo del histórico encuentro entre cardenales electores, todos menores de 80 años, que votarán hasta cuatro veces al día, buscando alcanzar la mayoría de dos tercios requerida para proclamar a un nuevo Papa.
Las señales de humo negro o blanco continuarán marcando el ritmo del cónclave: sin consenso o con “Habemus Papam”, respectivamente.
El sistema que regirá esta elección se mantiene casi inalterado desde hace más de 800 años. Solo en casos extremos, como tras la 34ª votación sin resultados, se modifican las reglas: solo se podrá votar entre los dos cardenales con más sufragios en la ronda anterior, aunque manteniéndose el requisito de la mayoría calificada.
Mientras tanto, el mundo católico entra en una etapa de duelo y reflexión, a la espera de quién será el próximo guía espiritual de más de 1,300 millones de fieles. En las próximas semanas, la atención global se centrará nuevamente en la chimenea de la Capilla Sixtina, donde el humo blanco anunciará al nuevo líder de la Iglesia.