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México.- A lo largo de la historia, la figura de Satanás se ha mantenido presente dentro de la religión cristiana, adoptando un papel antagónico que, más allá de ser la representación del mal, se convierte en el opositor de Dios. Dicho personaje ha estado sujeto a varias transformaciones en el tiempo, aunque si, de una versión generalizada hablamos, muchos diríamos que lo imaginamos como un ser monstruoso que combina rasgos humanos con rasgos animales, cola, cachos y un color rojo asociado.
Pero lo cierto es que no siempre fue así, pues según los relatos, el demonio fue inicialmente un ángel de dios, sumamente guapo y encantador, pero su alma fue corrompiéndose con muchos pecados, como la avaricia o la lujuria, que le llevaron a creerse igual a Dios y finalmente a ser expulsado del cielo y enviado al infierno. Ahora bien, teniendo esto en cuenta podemos advertir que la figura inicial de satanás fue angelical y en ese mismo sentido, humana.
Muchos argumentan que la versión real de satanás es un ángel, pero con ausencia de aureola, lo cual retira su divinidad. No obstante, con el paso del tiempo, empezó a relacionarse al demonio con la encarnación del mal en un sentido más amplio, haciendo alusión a serpientes, machos cabríos y otras figuras monstruosas.
Ahora bien, como dijo el escritor y semiólogo italiano Umberto Eco: “parece obvio, también por motivos tradicionales, que el diablo deba ser feo (…). Este diablo feo, con forma terrorífica y diabólica, hace su ingreso en el mundo cristiano con el Apocalipsis de San Juan Evangelista”.
Es decir, pese a que la representación de Satanás ha evolucionado con el paso de los años, adaptándose a las corrientes estéticas de cada época, la figura del mismo como un monstruo dotado de cola, orejas animalescas, barba y pies de chivo, cuernos y alas de murciélago, empieza a primar en todo el mundo y a replicarse entre las distintas generaciones.
En síntesis, la historia nos ha enseñado que satanás puede adoptar distintas figuras, desde humanas, hasta celestiales animales y a veces, incluso materiales. Es por esto que varios artistas han realizado pinturas o esculturas en las que la idea de este ser maligno varía. Sin embargo, la tradición misma también nos ha hecho creer que detrás de cada una de estas representaciones hay un sujeto que se transforma, que es monstruoso y que está siempre envuelto por las llamas del infierno.