Mazatlán, Sin.- Como dijera la canción “El mar sin agua no es mar, el sol sin luz no es sol”, ahora el beisbol sin cacahuates no es beisbol. La afición llega al estadio Teodoro Mariscal en busca de comprar una bolsita de cacahuates para los nervios que provoca el rey de los deportes, pero con poca fortuna ante la ausencia de los vendedores ambulantes.
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Los vendedores de botanas son los grandes ausentes a las afueras del histórico inmueble, con el paso de los años se han ido retirando por las bajas ventas debido a la pandemia y a que ya no podrían ingresar la gente con alimentos al inmueble, los que alguna vez eran fácil de localizar cuando gritaban a los cuatro vientos “cacahuates, pistaches, lleve la bolsita” o simplemente “ruido, ruido”, ya que el precio de ellas era de 10 o 20 pesos en los últimos años, hoy se extrañan entre las multitudes.
Uno de los que vagaba por las zonas de lateral derecho y central era Don Joaquín (QEPD), quien en su bicicleta que manejaba con sus manos, ya tenía muchos clientes, pero lamentablemente falleció.
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A veces se percibía una señora de la tercera edad que llegaba con su bolsa y acomodaba las bolsas por diferentes tamaños o la joven que se sentaba afuera de lateral derecho en una silla y con una charola, vendiendo casi todo el producto.
A pesar de la basura que se generaba entre los pasillos o las butacas del estadio es una tradición que se está acabando poco a poco.