México, DF.- A hombros por segunda vez consecutiva y con el cariño del
público en la bolsa. Así dejó ayer la Plaza México el español Juan José
Padilla, quien, con base en entrega y valor, cortó dos orejas y se colocó como
un nuevo consentido del coso. La tarde también fue de triunfo para el potosino
Fermín Rivera, quien se acomodó ante un regalo y obtuvo un merecido trofeo.
Arturo Macías caminó cuesta arriba en el primer cartel del 67 Aniversario de la
Monumental de Insurgentes, donde se lidiaron toros de la ganadería de San José
de impecable presencia.
Padilla patentó sus tamaños como torero. Al que abrió plaza
lo bregó con mando antes de oficiar con las banderillas. El de San José llegó
al tercio de muleta agarrado al piso, una prueba que el ibérico resolvió sin
complicaciones; dejó el engaño en la cara, pisó en los terrenos de su enemigo y
lo obligó a pasar tantas veces como quiso. Metido entre los pitones y meciendo
la franela por la espalda, Padilla, el torero del parche en el ojo izquierdo,
electrizó al tendido. Trazó una tanda por naturales, paso a paso, en alguno, se
dio el lujo de ver a los aficionados. Hubo petición de oreja tras la estocada y
el español saludó en el tercio.
En su segundo, Padilla salió a tope de revoluciones. Inició
con un par de largas cambiadas de rodillas y verónicas vibrantes, llevó al toro
al caballo por chicuelinas andantes y se vio sobrado de cualidades en el
segundo tercio. Con los diestros de casa provoca críticas, pero no en Padilla;
arrancó los primeros ?olés? de la faena, rodillas en tierra. El de San José
rebrincaba, llevaba la cara arriba; el español firmó tandas templadas, en un
parpadeo, el astado lo empaló y lo trajo entre las pezuñas. Juan José regresó a
la cara, recompuso la escena con una serie por manoletinas, una estocada en
buen sitio y dio vuelta al ruedo, enarbolando la bandera de pirata que ya es su
sello.
Fermín firmó el toreo elegante y clásico en su primero, en
el que enfrentó a un toro de buen estilo, aunque débil y, en consecuencia,
agarrado al piso. El torero se cruzó para provocar los viajes de su enemigo y
le dio estructura a tandas de mérito, los naturales, de muy buen gusto. Frente
a toriles, Fermín insistió con toques fuertes y le robó otros buenos muletazos
al de San José. El juez de plaza no atendió la petición de oreja y Rivera
saludó en el tercio.
Fermín sudó el vestido frente a un infumable sexto, regaló
uno de la misma ganadería que le vendió caro el triunfo. El toro no colaboraba,
llevaba la cara arriba, pero el diestro encontró la fórmula. Dejó la muleta en
la cara, se cruzó e hilvanó tandas por ambos pitones de muletazos largos y
templados. Con la ración de acero, de buena colocación, aseguró el trofeo.
CHG