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Guasave, Sin.- Rosenda y su esposo pretendían llegar a Chiapas, su estado natal, querían que su hijo fuera chiapaneco como ellos, con raíces jakaltecas, pero el bebé de impuso, se le antojó nacer en Sinaloa y eligió el municipio de Guasave.
Ambos laboran en el campo, son jornaleros agrícolas, salieron de Sonora en un camión que los llevaría a casa, pero no llegó ni a la mitad del camino, seis horas después y con las necesidades de alimentación que apremiaban, decidieron bajar a comer a un paradero poco antes de la caseta de cobro de Cuatro Caminos.
Ahí estaban cuando los dolores apreciaron, al único que le pudo avisar porque no habla español, fue a su marido, él le sirvió de traductor para poder pedir ayuda y llamar a la Cruz Roja.
El tiempo era apremiante, los 20 minutos que hicieron en el trayecto no les alcanzó: cuando llegaron ya el bebé estaba en el sueño, había caído sin que nadie lo pudiera detener, es el primogénito de Rosenda y decidió nacer en Guasave.
“Es indígena, no habla la lengua española, Rosenda iba en un camión, ya había parido a un lado del restaurante y cuando nosotros llegamos tenía al bebé en los brazos, ya había caído al suelo, estaba contaminado, así se le dice”, explicaron los paramédicos.
Con la ambulancia a toda marcha y dos patrullas abriéndole paso, emprendieron el camino hasta el Hospital General, la sirena se escuchaba desde que ingresó a la ciudad, aunque las luces no se alcanzaban a percibir, era una verdadera emergencia.
En el camino hicieron todo lo que estuvo en sus manos, limpiaron al bebé y a la madre primeriza de tan solo 21 años de edad; los automóviles que a su paso encontraban en los semáforos entendían la urgencia por retirarse del bulevar Juan Millán.
“Pásese el alto, Pásese el rojo, aproveche que viene la ambulancia”, decían los limpia parabrisas que están en el cruce con el Benito Juárez, sin saber lo que ocurría, pero entendiendo que había que moverse.
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Cinco minutos después Rosenda y su pequeño, un varoncito, están en buenas manos fueron recibidos en el Hospital General y la sonrisa de los paramédicos de Cruz Roja, lo decía todo: fue un feliz término.