Culiacán, Sin.- A paso lento, pausado, con la estatua del Cristo Rey de fondo, una adolecente de rostro afligido y una niña de al menos 4 años intentan hacer malabares en medio de vehículos que vienen y van, intentan sobrevivir en una “jungla” urbana donde el frío y el calor alcanzan extremos y los “depredadores” están al asecho.
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¡Es el cuento de nunca acabar!: El de los niños y niñas que en vez de levantarse cada mañana para ir a la escuela o jugar con sus amigos, tienen que salir a las calles a pedir dinero para otras personas.
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La explotación infantil persiste en las calles de Culiacán, a pesar de las acciones y programas encaminados en eliminarla. Los infantes continúan en los cruceros, mal alimentados, soportando las inclemencias del tiempo y haciendo frente al riesgo de ser atropellados.
A través de un recorrido, Línea Directa detectó al menos 30 puntos en Culiacán, donde menores de entre 3 y 14 años trabajan limpiando parabrisas, vendiendo nopales, haciendo malabares, trucos o acrobacias, todo ello a cambio de unas monedas.
Basta con echar un vistazo en los bulevares Pedro Infante — cerca de la central de autobuses —, Emiliano Zapata, Francisco I. Madero, Enrique Sánchez Alonso, Universitarios, Internacional, Leyva Solano, y avenidas como la Álvaro Obregón, Aquiles Serdán, México 68 y Maquío Clouthier, para comprobar el repunte de niños y niñas en dicha condición.
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En ocasiones, las niñas o niños más pequeños se cansan y son llevados a cuestas por los adolescentes, en el peor de los casos, se quedan dormidos en las banquetas, siendo éstas su lugar de descanso obligado. Se les percibe tristes y en algunos casos angustiados, pero, aunque estén cansados no pueden volver a su hogar, incluso, la mayoría de los infantes en esta condición no conoce ese concepto.
Hace un par de años, a mediados del 2020, la presencia de niños y niñas con caritas pintadas originarios del sur del país se volvió notoria en la capital sinaloense, por lo que la entonces procuradora de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes de Culiacán, Liliana Pimentel Villalobos, inició una investigación para descubrir las “entrañas” del problema. Tras el trabajo de campo, se detectó que los infantes eran manejados por grupos organizados que venían de Mitontic, Chiapas y San Cristóbal de las Casas.
A decir de una persona que estuvo involucrada en dicha investigación y que pidió omitir su nombre, los niños y niñas son hacinados en cuarterías junto a las conocidas “Marías”, es decir, mujeres en su mayoría indígenas, que también mendigan en los distintos cruceros.
En dichos cuartos, los pequeños duermen en el suelo o en colchonetas, por lo que la comodidad es un lujo que no conocen y mucho menos la privacidad.
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Cada niño obtiene como ganancia cerca de 800 pesos diarios, pero no duran mucho tiempo en sus mochilas, pues rápidamente son recogidos por quienes los “manejan”.
Con el diagnostico en mano, en aquel momento se articularon acciones y el problema pareció resolverse durante un tiempo, pero sólo fue una breve pausa, ya que los niños y niñas volvieron y se reagruparon en nuevos cruceros. Ya no llevaban las caritas pintadas y ahora se acompañaban por adolecentes, quienes al día de hoy pueden observarse en el casco urbano de la capital sinaloense.
A SABER
De acuerdo a datos de Educo, ONG de cooperación global para el desarrollo y acción humanitaria en favor de los niños y niñas, en el mundo 218 millones de infantes de entre 5 y 17 años están ocupados en la producción económica, y, entre ellos, 152 millones son víctimas del trabajo infantil.
