Guasave, Sin.- La motocicleta de Jorge Alejandro al pie del ataúd, la playera de su equipo de futbol cubriendo el cuerpo inerte y un pequeñito que no alcanza a dimensionar que se ha quedado sin padre, son el marco del velorio, un escenario de dolor y una madre que no puede con el sufrimiento de haber perdido ya a dos hijos.
El cuerpo de Jorge Alfredo ha llamado a los visitantes, por la calle principal de Buen Retiro se alcanza a ver la carpa de la funeraria, inmediatamente unas cartulinas de colores fluorescentes salen al paso, el mensaje es de consigna, piden justicia y lanzan acusaciones contra el gobierno.
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Una motocicleta, la playera de futbol y un pequeño que llamaba a su “papi”, enmarcan el velorio de “Koke”
En el sitio se respira el dolor y la injusticia, cualquiera se quiebra cuando escucha el llanto desconsolado de una mujer mayor que no puede estar presente en los funerales de su hijo, se ha quedado sola, ocho años atrás otro de sus hijos, profesor de zumba desapareció. Tenía 26 años, es imposible no remontarse y asumir que aunque no tenga el cuerpo pudo haber corrido la misma suerte.
Las lágrimas se escapan por más intentos que se hace por detenerlas cuando los amigos y la comunidad se pone de pie para protestar.
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“Él era un buen muchacho no merecía lo que le hicieron, no tomaba una gota de licor, un cigarro no se lo fumaba, no es justo lo que le hicieron y queremos justicia”.
“Justicia, justicia, justicia”
“No es justo lo que le hicieron a esta pobre madre, ya dos hijos los que le quitan a esta pobre madre”.
“Todo el pueblo está indignado, justicia”
“Lo mataron, lo mataron, lo mataron”, retumbaba en el pueblo mientras ellos se doblaban de dolor.
Una motocicleta, la playera de futbol y un pequeño que llamaba a su “papi”, enmarcan el velorio de “Koke”
Ahí estaban sus amigos de equipo de futbol que tantas veces compartieron juntos, estaba también su familia, pero había una personita especial, un pequeñito de escasos tres años que jugaba con sus carritos en la mano sin dimensionar la tragedia, sin entender que ahora ya su padre no irá a verle los domingos.
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“Justicia, justicia, justicia”, se repetía cantando como si supiera de qué se trataba, pateaba un el suelo y volvía a repetir la frase que antes había escuchado, luego vino la pregunta que hizo correr el llanto entre quienes lo escucharon: ¿Papi?.
