Culiacán, Sin.- El 22 de marzo de 2017 el cielo del sector Barrancos y buena parte del sur de Culiacán se cubrió de negro tras el incendio de una plaza que apenas llevaba un par de meses operando pero que rápidamente se convirtió en el punto favorito de muchos vecinos por ser la primera de esas dimensiones en la zona.
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No era la más grande, tampoco la más novedosa de Culiacán, pero tenía todos los atractivos para disfrutar las tardes en familia y, además, fue cimentada donde antes era un predio enmontado.
Mi Plaza Barrancos ubicada en Giovanni Zamudio y Benjamín Hill, no corrió con la misma suerte que la plaza comercial Fórum del Tres Ríos, y por desgracia aquel año fue consumida por las llamas que iniciaron con un pequeño corto circuito.
En cuestión de horas las personas fueron testigos de cómo se consumía el cine, los negocios dedicados a la venta de ropa y comida, todo fue abrazado por las llamas incontrolables.
Fue durante las primeras horas de ese miércoles cuando las sirenas de bomberos despertaron a los vecinos tras el reporte de un fuego incontrolable que el personal de seguridad no pudo contener.
Aunque una de las guardias de seguridad hizo lo que estuvo en sus manos, le fue imposible y con mucha frustración tuvo que abandonar el lugar para solicitar auxilio.
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La preocupación fue creciendo con el correr de las horas pues a unos metros de la plaza hay una gasolinera, un negocio que dedicado a la venta de gas y mucho peor, una escuela pública con cientos de niños.
Aunque en aquel momento el entonces secretario del Ayuntamiento Paulino Rojo Mendoza dijo que se iniciaría una investigación por la cercanía de dichos establecimientos, lo cierto es que no pasó de una simple declaración pública y a cinco años del hecho, todo sigue igual.
Apagar aquel fuego se convirtió en una misión casi imposible y más aún cuando las llamas se extendieron hacía un establecimiento dedicado a la venta de tela y mercería, el cual lo intensificó.
Al lugar llegó el entonces comandante de Bomberos de Culiacán Adán Shinagawa Araujo, quien reconoció que en cuestión de minutos aquel se había convertido en uno de los mayores incendios que habían enfrentado en los últimos años.
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Culiacán no pudo sólo y fue necesario pedirle refuerzos al cuerpo de bomberos de Navolato, quienes en conjunto rodearon la plaza y arrojaron miles de litros de agua haciendo lo posible por evitar el avance. Ni las pipas, ni los militares, ni la voluntad de los bomberos que incluso terminaban intoxicados por el humo y tuvieron que ser trasladados a recibir atención médica, nada parecía suficiente así que se buscaron alternativas más extremas.
Desde el cielo, con la ayuda de avionetas comenzó a arrojarse agua, una y otra vez y por todos los flancos se hizo lo posible hasta que el fuego fue apagándose casi diez horas después de haber comenzado.
Aquel evento que hoy es poco recordado puso en evidencia la necesidad que existía en el Cuerpo de Bomberos por ser dotados de mejor equipo y más herramientas para hacer su trabajo, asimismo, marcó un antes y un después en el sector Barrancos pues casi un año después, los inversionistas reconstruyeron la plaza en reconocimiento al cariño que la gente le tomó en tan poco tiempo.