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Guasave, Sin.- Es una bendición que no cualquiera tiene, de gozar la dicha de estar al lado de las personas en su última etapa de la vida, así es como Margarita León ve su trabajo en el asilo de ancianos de Guasave, quien al expresar su satisfacción por desempeñar la labor que no cualquiera es capaz de hacer, su rostro refleja la emoción y el orgullo de su tarea.
Cientos de historias ha vivido desde 1998, muchos han muerto en sus brazos, pero también junto con sus compañeras es aliento de los “abuelitos de nadie” y en ese trayecto ha sido testigo de injusticias, abusos, hasta de momentos de felicidad y plenitud que lleva en sus recuerdos.
“¡Uy, me siento bendecida, bendito Dios que sí es mi relax aquí, ¿usted cree? Voy para 24 años aquí ¿qué no he vivido yo aquí? Tantos han pasado, y si me pongo a recordar, mi mente me da a muchos, que en mis brazos han quedado, navidades que yo solita me he quedado con ellos, en aquellos tiempos. A mí me llena de emoción de mirarlos y decirles, ‘soy tu familia y estamos para darle la mano’, lo digo porque lo siento, no es por lo que me pagan, sino porque con todo el corazón lo hago”, expresó.
Dentro de las historias que han marcado los casi 24 años que tiene trabajando en el asilo de ancianos, recuerda que hubo tiempos en los que llegaron a tener a cargo hasta 38 adultos mayores, tenían muchas carencias, porque ni estufa había para cocinar, pero eso nunca fue impedimento.
Hubo etapas en donde los abuelitos caían en depresión de manera escalonada, al ver que quienes los dejaban, jamás volvían por ellos.
Margarita relató que nunca olvidará el caso de un anciano que llegó en una camioneta muy lujosa; lo habían dejado en la puerta del asilo, como cualquier objeto, traía sólo una manzana en la mano; nunca supieron cómo se llamaba, ni cuántos años tenía.
Margarita recuerda que, en momentos de lucidez, el adulto mayor refería que él no correspondía al lugar en donde se encontraba, porque era una persona poderosa de mucho dinero por la agricultura; su tristeza apagó su vida a los tres meses de su estancia, no aguantó, murió y nadie a la fecha ha preguntado por él.
Para su familia, hijos y nietos, es un orgullo y ejemplo de vida, que ha servido para apoyar y servir a quienes más lo necesitan.
Margarita sabe que alguien supremo la puso al lado de estos abuelitos, y así es como piensa seguir trabajando para ellos, porque sabe que cada peso que gana, es un peso bendecido.