Culiacán, Sinaloa.- Una vez más los niños y niñas de la calle, los de las caritas pintadas, aquellos que se caracterizan de payasitos, han vuelto a los cruceros de Culiacán. Hay quienes dicen que nunca se fueron.
Tan solo la mañana de este jueves 24 de mayo había cerca de 10 menores realizando malabares, limpiando vidrios, pidiendo monedas a los conductores en el cruce de Zapata e Insurgentes.
Sigue toda la información de Sinaloa en nuestra sección especial de Línea Directa
Sus rostros son un reflejo de la lucha diaria, donde la inocencia se enfrenta a la dura realidad de mantenerse en la selva urbana.
Las dudas asaltan a los conductores ¿de dónde vienen estos niños? ¿quién los cuida?
En 2022 Culiacán se convirtió en el primer municipio en visibilizar la explotación infantil mediante la colocación de letreros en semáforos de la ciudad, en estos se exhortaba a la sociedad a denunciar este tipo de actos al 911.
La campaña para erradicar la explotación infantil surgió al detectar que grupos del sur del país venían con familias enteras para distribuirlas en las calles y pedir dinero. Si bien estas prácticas han sido combatidas desde la administración estatal y municipal, los grupos han mostrado un patrón de conducta en los últimos años: los explotadores se van por un tiempo y luego regresan.
Estos menores cuya infancia debería estar llena de juegos y aprendizajes, en cambio encuentran en las calles su “centro de trabajo”.
Al estar en esta situación y viajar por el país con estos grupos, se les priva de estudiar y relacionarse con otros niños, de mostrar sus capacidades y realizar actividades donde se incluyan en la sociedad. En lugar de lápices y cuadernos empuñan franelas y malabares, enfrentándose a una cotidianidad que no debería corresponderles.
De acuerdo con estudios realizados por la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS), cuatro de cada 10 niñas y niños que se encuentran en estas condiciones caen en las adicciones con diferentes estupefacientes y en manos de la delincuencia. Además, la estadística señala que la esperanza de vida se reduce a 22 o 25 años por daño físico a su salud. Pero la gran pregunta es: ¿quién interviene?
Las calles de Culiacán arden bajo el sol, y en cada esquina, en cada semáforo, la presencia de estos niños recuerda una problemática que a menudo se esconde bajo el ruido de la ciudad. Sus caritas pintadas, que deberían ser una expresión de alegría y creatividad, se convierten en una máscara para ocultar la dureza de su realidad. Sus ojos, que miran a los conductores en busca de unas monedas, reflejan una mezcla de esperanza y desesperación.
Te recomendamos: Joven que recibió descarga eléctrica y cayó de edificio en Los Mochis fue trasladado a Ciudad Obregón
La selva urbana de Culiacán no perdona, y cada día que pasan siendo víctimas de la explotación por parte de adultos sin escrúpulos, estos niños y niñas pierden un poco más de su infancia. El trabajo infantil en las calles no solo les roba la niñez, sino que también los expone a peligros constantes, desde accidentes de tráfico hasta otros delitos.